Por Fernando Díaz Villanueva
Libertad Digital, http://diazvillanueva.com/
Septiembre de 2009
El uno de septiembre de
El pistoletazo para el rediseño del mapa de Europa había sonado un año antes, coincidiendo con la bajada de pantalones de las potencias occidentales en
Seis meses más tarde, Hitler ordenaba la ocupación de Bohemia y Moravia e instauraba un gobierno títere en Eslovaquia. En sólo unos días, Checoslovaquia había sido borrada del mapa. Occidente calló.
Pasados siete días, Ribbentrop envió un ultimátum a las autoridades lituanas para que le entregasen por las buenas la ciudad de Memel, en el extremo oriental de lo que había sido el Segundo Reich. Lituania aceptó, y en Occidente reinó de nuevo el silencio.
Tales fueron los antecedentes inmediatos del bombardeo sobre
A pesar de que el Reino Unido y Francia se habían comprometido de boquilla a garantizar la integridad de Polonia, vistos los antecedentes, lo más probable es que Hitler pensase que invadir el país vecino iba a salirle gratis. En su trastornada visión del mundo, Polonia era un error histórico, un estropicio provocado por
Para asegurarse la tranquilidad en el único frente que podría ser problemático, días antes de la invasión llegó a un acuerdo secreto con Stalin para repartirse las pertenencias del muerto: Alemania se quedaría con la parte occidental de Polonia, y
Las operaciones alemanas comenzaron el mismo 1 de septiembre. Militarmente, la derrota polaca estaba cantada, era cuestión de tiempo, de poco tiempo, aunque sólo fuese por una cuestión de número. El ejército alemán triplicaba al polaco en tamaño: 600.000 hombres frente a 200.000; y, aún más importante, estaba mucho mejor equipado. El presupuesto de guerra alemán era 30 veces el polaco. Los alemanes disponían para arrasar Polonia de más de 5.000 tanques –encuadrados en seis divisiones acorazadas Panzer–, de una marina de guerra renovada, de una fuerza aérea muy bien entrenada –no en simulacros, sino en la guerra de España– y de casi 6.000 piezas de artillería de todos los calibres. El Armagedón perfecto para un pequeño país abandonado a su suerte.
Polonia no podía resistir, pero lo hizo durante más de un mes, peleando hasta el último palmo de terreno, hasta el último hombre. Los alemanes habían aprendido de las penurias que padecieron en las trincheras de
Alemania y Polonia compartían entonces una larguísima línea fronteriza en forma de arco. Los generales de
Los polacos no estaban preparados para semejante demostración de poderío militar, pero le echaron arrestos y, lejos de rendirse a la primera, plantaron cara. A mediados de septiembre, el ejército quemó prácticamente su único cartucho en la batalla de Bzura, la última de
Una vez superada la línea de Bzura, Varsovia fue asediada y conquistada. La capital se entregó el 28 de septiembre, después de 20 días de sitio.
Los resistentes polacos huyeron en desbandada hacia el este del país, lugar todavía libre de alemanes y donde podrían reorganizarse en pequeñas unidades partisanas y hostigar al invasor; pero fue imposible porque el 17 de septiembre
Stalin, que había sido el único dirigente europeo en apoyar abiertamente la invasión alemana de principios de mes, esperó pacientemente a que Hitler domase a los correosos polacos para poder entrar en su parte de Polonia sin sorpresas de última hora. Y no las hubo. Ni dentro ni fuera. Dentro, los polacos habían perdido totalmente su capacidad de autodefensa. Fuera, nadie se atrevió a declarar la guerra a
A finales de septiembre, rusos y alemanes se citaron para un desfile militar en la ciudad fronteriza de Brest, sobre la línea Curzon. El general Guderian pasó revista, junto a sus homólogos Chuikov y Krivoshein, a las tropas de ambas potencias, que desfilaron bajo un arco del triunfo construido al efecto y decorado con esvásticas y estrellas rojas. Los lobos acababan de devorar al cordero y lo festejaban entre sonrisas y cánticos de la soldadesca. Pronto, muy pronto, antes de lo que pensaban, esos dos lobos estarían desollándose el uno al otro en una guerra sin cuartel que decidiría el destino de un conflicto que, al año siguiente, devendría en mundial.
El último general polaco se rindió el 6 de octubre, tras una batalla celebrada cerca de la ciudad de Lublin. Se llamaba Franciszek Kleeberg.
El septiembre más negro de la historia de Polonia se cobró 66.000 vidas (muchas de ellas, de civiles ejecutados sumariamente por alemanes y soviéticos), 133.000 heridos y más de medio millón de prisioneros de guerra.
Era sólo el principio. Polonia fue ocupada durante casi seis años y se convirtió en el epicentro de la maquinaria genocida del Tercer Reich. Fue no sólo el comienzo, sino el punto central de
Al finalizar la contienda, Polonia recuperó, en ruinas, su existencia; pero no su independencia, pues estuvo otros cuarenta años sometida a los dictados de otro totalitarismo invasor: el de Moscú. La historia ha querido jugar una mala pasada a la memoria olvidando una invasión y cargando todas las tintas sobre la otra. Efectos secundarios de la ideología que los polacos padecieron con creces durante el pasado siglo XX.
Fer
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