viernes, 11 de septiembre de 2009

Una apuesta final?

Por Eduardo Herrera Berbel

El Colombiano, Medellín

Septiembre 11 de 2009

Pareciera que en este último año de la segunda administración del presidente Uribe se estuviera dando una apuesta final de todos contra todos. Por tal razón, gobierno, sectores de la sociedad, políticos y organizaciones armadas ilegales dentro del País, y en el ámbito externo, algunos países vecinos, cada uno juega sus propios intereses, desde protagonismo personal o la pretensión de reducir las fuerzas del uribismo, fragmentar la coalición de gobierno, debilitar la legitimidad de la Fuerza Pública, usar el terrorismo como método fundamental de confrontación, adelantar campañas mediáticas de desprestigio contra el Estado colombiano, y hasta la inaceptable estrategia expansionista de la revolución bolivariana, promovida por el comandante Chávez.

Es una apuesta final en la cual, el Gobierno pretende mantener la contención y afectación estratégica sobre los actores antidemocráticos. Parece que la consigna es: ni un paso atrás en los logros alcanzados con la seguridad democrática en los últimos siete años. Además, busca ganar el pulso militar (derrotar o someter), a los actores violentos, sean Farc, ELN o Bandas Criminales, y mantener los rendimientos operacionales crecientes. Se aprecia que este es un momento decisivo y de inflexión del conflicto, y a la vez, un imperativo para fortalecer la consolidación del control territorial. No hay lugar para un cambio de percepción de la seguridad en la sociedad colombiana; si se diera ese cambio negativo, tendría efectos desastrosos en la búsqueda de consensos mínimos para la continuidad de la doctrina uribista de seguridad.

Los esfuerzos del Gobierno están orientados a contrarrestar renacientes fenómenos de violencia urbana, impedir sorpresas estratégicas, optimizar los resultados del "Salto Estratégico" y sacar el máximo provecho del acuerdo de cooperación con USA, en la lucha contra el narcotráfico y su entramado de redes mafiosas y alianzas criminales con grupos de guerrilla colombianos.

Por su parte, las Farc y el ELN le apuestan a cambiar la percepción de que no ha sido una guerra revolucionaria perdida en casi 50 años; que aún no están derrotados ni en estado agónico. Pretenden bajar la confrontación directa con las fuerzas institucionales, emplear masivamente la guerra de minas, mantener la capacidad desestabilizadora, fortalecer procesos internos de transformación y adaptación frente a la seguridad democrática, perturbar los procesos electorales y eventuales referendos, blindar en santuarios fronterizos a los principales jefes, fortificar la cohesión interna, mantener la presión sobre la población civil y ensombrecer la transparencia y legitimidad de las Fuerzas Armadas.

Se podría afirmar, que la apuesta de estas dos organizaciones armadas ilegales apunta a decir el 7 de agosto de 2010: ¡PRESENTE!, con las connotaciones de orden mediático que este hecho implicaría después de ocho años de vigencia de la seguridad democrática. Desde luego, buscarán abrir espacios y lanzar nuevas plataformas de oxigenación política.

En este escenario confuso, no es clara cuál es la apuesta final de nuestra clase política. Sus dirigentes están inmersos en un síndrome de recriminaciones mutuas y ultrajes públicos altisonantes, situación que además de resentir la integridad moral de las personas, debilita la institucionalidad y gobernabilidad democrática. Por el momento, no se avizora cambios positivos en este sentido. Tal parece que la apuesta final en 2010, fuera caminar hacia la polarización, sin importar el daño que produzca sobre la unidad nacional. Quiera Dios que en estos momentos de crisis afloren renovados liderazgos y que la sindéresis prime sobre la intolerancia, el caudillismo y los poderes absolutos.

Hoy, la Patria demanda de sus líderes políticos y gobernantes: grandeza y desprendimiento personal, y compromiso con los altos fines del Estado y el bienestar general del pueblo.

*Mayor General (r) Ejército Nacional

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