martes, 15 de septiembre de 2009

Y garantías para Colombia ¿qué?

Editorial

El Nuevo Siglo, Bogotá

Septiembre 15 de 2009

No deja de llamar la atención que los mismos gobiernos que quince días atrás llegaron a la cumbre presidencial de la Unión Suramericana de Naciones (Unasur), que se realizó en Bariloche, con la intención de exigirle a Colombia que explicara las bases y alcance del acuerdo de cooperación militar negociado con Estados Unidos, hayan guardado silencio ante los anuncios que hicieran Brasil y Venezuela la última semana sobre la adquisición de millonarios arsenales tácticos y estratégicos. Y es que más allá de las explicaciones dadas por Caracas y Brasilia sobre la necesidad de modernizar su equipamiento castrense, lo evidente es que en Suramérica hay una nueva carrera armamentista. Negarlo sería, por lo menos, cándido e ingenuo.

Difícilmente se puede considerar rutinario que Brasil haya avanzado las negociaciones con la industria militar francesa para adquirir 36 aviones de combate Rafale. La transacción no sólo incluiría transferir la tecnología respectiva, sino fabricarlos en ese país y que éste tenga disponibilidad para vender aeronaves similares en toda América Latina. Esta semana se vence el plazo para que las otras dos empresas competidoras por este millonario contrato -la estadounidense Boeing, con su F18, y la sueca Saab, con el Gripen- presenten propuestas para quedarse con el negocio que supera los 10 mil millones de dólares. Pero esta es apenas una parte de las tratativas. Brasil acabó de cerrar con Francia la que es considerada su mayor compra de material militar desde la segunda Guerra Mundial. Por más de 12 mil millones de dólares adquirió cuatro submarinos de ataque Scorpene así como un casco más para adaptarlo a propulsión nuclear, y 50 helicópteros.

Y qué decir de Venezuela. Esta semana el presidente Chávez profundizó su alianza con Rusia. Es más, Caracas confirmó la inminente llegada de cohetes antiaéreos con alcance de hasta 300 kilómetros. “Pronto comenzarán a llegar unos coheticos. Tú los pones aquí y lanzas el cohetico. ¿Sabes a cuántos kilómetros llega? 300 kilómetros de alcance y no falla”, dijo, sin inmutarse, el Presidente del vecino país ante miles de personas, al tiempo que reiteraba que esas armas no eran para “atacar a nadie” pero que su país estaba “amenazado”. La industria militar rusa, incluso otorgando un crédito millonario a Caracas, también vendió recientemente a Venezuela decenas de tanques de guerra tipo BMP3, MPR y T-72. Tiempo atrás el turno fue para 24 aviones caza Sukhoi-30, 50 helicópteros de combate y 100.000 fusiles de asalto Kalashnikov. A ello deben sumarse negociaciones de armas, radares, equipos navales y alta tecnología bélica con China e Irán. En este último caso se ha hablado, incluso, del tema nuclear pero “con fines pacíficos”.

¿Será que hoy, cuando se reúne en Ecuador el Consejo Suramericano de Defensa de la Unasur, las compras de armas por parte de Venezuela y Brasil serán analizadas y puestas en la mira como una eventual preocupación para la paz y seguridad regional, como sí se hizo con el acuerdo Bogotá-Washington, que no incluye compra de aviones de combate, tanques de guerra, cohetes de largo alcance ni submarinos o fragatas misileras, sino apenas un permiso para que no más de un millar de personal castrense norteamericano pueda operar desde siete bases aéreas colombianas en acciones antidrogas y contra el terrorismo, siempre dentro de los linderos de nuestro territorio, y todo dentro del marco del trabajo conjunto que se desarrolla desde hace más de una década?

De allí, entonces, que hoy los ministros de Defensa y Relaciones Exteriores de nuestro país deberán enfatizar que Colombia está dispuesta a crear “mecanismos de confianza mutua en términos de seguridad” y asumir compromisos para cumplir con el mandato de que Suramérica es una “región de paz”. En ese marco, es obligación reiterar que el acuerdo militar con E.U. descarta de plano la tesis de la extraterritorialidad en la lucha contra el terrorismo. Pero a reglón seguido, la delegación nacional deberá poner sobre la mesa un tema trascendental: ¿Cuáles serán las garantías para Colombia en medio de la escalada armamentista en esta parte del continente? Ese interrogante es válido, no porque Bogotá considere que pueda existir una agresión bélica contra nuestro país, sino porque es claro que los arsenales comprados por Brasil y Venezuela son del tipo estratégico y no táctico. Tratándose de países fronterizos, podemos exigir de sus gobiernos las mismas prerrogativas de seguridad que ellos urgen a la administración Uribe. Obviamente esta preocupación no va dirigida a Brasil, sino a Venezuela, ya que prácticamente no hay día en que Chávez no hable de una conjura externa contra su gobierno y repita que Colombia sería la cabeza de playa de una hipotética invasión a su país. ¿Será que la Unasur no ve este lado de la moneda?

No hay comentarios: