Editorial
El Mundo, Medellín
Junio 26 de 2009
El debate está abierto, pero allí parece haber un justo medio deseable y está muy bien que sea la ONU la que lo promueva.
Hoy es el Día Internacional de la Prevención del Tráfico Ilícito y el Uso Indebido de Drogas, promovido por la Organización de Naciones Unidas como un espacio de reflexión acerca de lo que ha sido la lucha contra el peor flagelo de la humanidad en los tiempos modernos, de sus logros y fracasos, en los cuales, para bien o para mal, Colombia ha jugado un papel protagónico. Este año, para satisfacción de nuestro Gobierno y de las autoridades encargadas del tema, que merecen un gran aplauso por el deber cumplido, el país participa especialmente de los logros, según se desprende del Informe Mundial sobre las Drogas 2009, presentado en Washington el pasado miércoles por el Director Ejecutivo de la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito, ONUDD, Antonio María Costa.
En el resumen ejecutivo del extenso estudio se dice textualmente: “A pesar de pequeños aumentos registrados en Bolivia (6%) y el Perú (4%), la superficie total dedicada al cultivo de coca disminuyó en un 8% en 2008 debido a una reducción significativa en Colombia (18%). La superficie total dedicada al cultivo de coca descendió a 167.600 hectáreas, un nivel semejante al promedio de cultivo de coca entre 2002 y 2008, y muy por debajo de los niveles alcanzados en la década de 1990. A pesar de la disminución de este año, Colombia siguió siendo el país con el mayor cultivo de arbusto de coca del mundo (81.000 hectáreas), seguido del Perú (56.100 hectáreas) y Bolivia (30.500 hectáreas). La producción estimada de cocaína a nivel mundial disminuyó en un 15%, de 994 toneladas métricas en 2007 a 845 toneladas métricas en 2008, la más baja en cinco años. Esta disminución obedece a una fuerte reducción de la producción de cocaína en Colombia (28%), que no se vio compensada por aumentos en Bolivia y el Perú”. En su presentación, el señor Costa no dudó en calificar de “asombrosos” los resultados de Colombia – que carga con el baldón de ser la responsable de producir casi la mitad de la cocaína que se consume en el mundo – especialmente por la significativa disminución del área sembrada y por la importante caída en la producción de cocaína.
Pero no sólo en relación con la disminución del cultivo y la producción de coca se anotó Colombia una buena calificación de la ONUDD. También en el tema del control al tráfico y las incautaciones de droga las autoridades colombianas se anotaron un gran triunfo, al tiempo que las cifras demuestran, de manera mucho más contundente que en otros años, que aunque aquí cargamos con el sambenito de grandes productores, en el resto de Latinoamérica el problema de la producción – como en Bolivia y Perú – va en aumento, en tanto que el del narcotráfico es creciente en casi todos los países de la región, así algunos gobiernos, especialmente los de izquierda, se nieguen a aceptar esa realidad y a enfrentarla como debe ser.
Veamos lo que dice el informe al respecto: “La mayoría de las incautaciones de cocaína en el mundo, en el año de 2007, fue interceptada en las Américas (88%) y después en Europa (11%). América del Sur fue responsable por 323 toneladas (45%) del total mundial de incautaciones. Más del 60% de las incautaciones de Sudamérica fueron realizadas en Colombia. Otras incautaciones se hicieron en Venezuela (32 t) y en Ecuador (25 t). Hay registros también en Bolivia (18 t), Brasil (17 t), Perú (14 t), Chile (11 t) y en Argentina (8 t). En países del Cono Sur (Argentina, Chile, Brasil, Paraguay y Uruguay) las incautaciones aumentaron de 10 toneladas en el año de 2000 a 38 toneladas en 2007. Eso indica la creciente elevación de la importancia de esos países para el tráfico de cocaína, sea para satisfacer la demanda interna o para reexportar la cocaína para mercados como los de Europa, África y Región del Pacífico”. No es mera casualidad que – de acuerdo con la ONUDD – los países más reportados como tránsito de drogas son Venezuela y Ecuador, siendo el primero responsable del 40% del volumen de droga con destino al ávido mercado europeo. Mientras tanto, los presidentes Chávez y Correa no sólo le hacen el quite a su obligación de ser más solidarios en la lucha contra el narcotráfico sino que cada vez es más evidente su contubernio con organizaciones terroristas que, como las Farc, encuentran allí su principal fuente de financiamiento. Aunque el mundo lo sabe hace mucho tiempo y aquí lo hemos sufrido en carne propia, el señor Costa se encargó de recordarlo: “El dinero de la droga pervierte las economías débiles y corrompe a los funcionarios... La droga es fuente de ingresos para insurgentes como el Talibán en Afganistán o la guerrilla colombiana de las Farc, que controlan regiones de cultivos ilícitos”.
Una novedad del informe de la ONUDD es que, por primera vez, se refiere extensamente a un tema que esa Oficina de Naciones Unidas había evitado en el pasado. El debate sobre la legalización o, como se ha llamado también en algunos foros, el cambio del paradigma represivo por el de la despenalización del consumo. El párrafo final del prefacio, suscrito por su director ejecutivo, resume el estado de la cuestión, al menos en el marco de Naciones Unidas: “Hasta ahora, la mayor parte de nuestra sociedad se ha opuesto tenazmente y con éxito, al programa de legalización de estupefacientes. Sin embargo, debe cambiar la política de lucha contra la delincuencia. Ya no basta con decir: no a las drogas. Ahora debemos afirmar con la misma vehemencia: no a la delincuencia. No queda más opción que mejorar tanto la seguridad como la salud. Poner fin a la fiscalización de los estupefacientes sería un error colosal. Igualmente catastrófico es seguir haciendo caso omiso de la amenaza que la delincuencia organizada plantea a la seguridad”. El debate está abierto, pero allí parece haber un justo medio deseable y está muy bien que sea la ONU la que lo promueva.
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