Por Fernando Londoño Hoyos
La Patria, manizales
Junio 16 de 2009
La fiscalía de Iguarán es poco menos que poner un mico en un pesebre, dicho sea con perdón de los micos, que lo dañan todo pero sin el agravante de los torcidos propósitos.
No hay mal que dure cien años. Un fiscal tampoco. Por eso llega el final de este lamentable período en que pudo por 4 años ser Fiscal General de la Nación un hombre tan mediocre como Mario Iguarán. Y tan mal intencionado y de tan mala conducta. Al pasado una mortaja y al futuro las lecciones de los muertos. Esperamos, entonces, que el señor Presidente haya comprendido bien la que nos deja el experimento de permitir que un ministro con iniciativa la tenga para disponer de un fiscal de bolsillo. Que sea enteramente suyo. Que por no merecer esa dignidad sepa que la tiene por obra de su promotor. Que por falto total de carácter sea maleable y disponible. Y que logre, nadie sabrá con cuáles mañas, una rarísima mayoría en la Corte Suprema de justicia.
El precio que hemos pagado por aquella audacia, la del ministro, y aquella claudicación, la de la Corte, y aquella inadvertencia, la del Presidente, es altísimo. Porque la fiscalía de Iguarán es poco menos que poner un mico en un pesebre, dicho sea con perdón de los micos, que lo dañan todo pero sin el agravante de los torcidos propósitos.
Lo de Iguarán estuvo bien calculado, en cuanto a que un pobre diablo como él sería como una pluma al viento, movida según de dónde soplara el dios Pan. Lo que no se calculó es que los vientos son erráticos, sorpresivos. Y cuando hay de por medio intereses, fabulosamente grandes en dinero, los resultados resultan catastróficos. Así pasó y no quisiéramos que volviera a suceder.
Alrededor de Iguarán se anillaron como serpientes los abogados que medran como hienas en una fiscalía. Son los que cobran sumas inmensas por garantizar resultados, previsiblemente fáciles cuando quien decide es en verdad el que recibe el poder. El asunto se mimetiza un poco, pero no mucho. Cualquiera, medianamente informado, se entera de la cuerda que mueve al fiscal de turno y contrata al abogado que está bien ubicado. En el fondo de esa escena funambulesca, el Fiscal General gana, gana y gana.
El país quisiera saber de verdad todo lo ocurrido alrededor de La Gata y sus gaticos. Porque como tantas cosas, esa quedó en el aire. Los abogados, que llaman carroñeros son los únicos bien enterados. El país quiere saber lo que pasó con DMG. Miles y miles de compatriotas perdieron cuanto tenían. La Fiscalía no hizo nada por impedirlo. Los carroñeros saben por qué. El país no entiende lo que ocurre en la investigación del Palacio de Justicia. Uno de los carroñeros sabe bien qué es lo que pasa. El país quiere saber por qué no camina la extinción de dominio sobre bienes de la mafia que valen billones de pesos. Los carroñeros están en el secreto. El país quiere saber por qué los fiscales compran testigos contra los miembros de las Fuerzas Militares. Esa carroña también es para los buitres. El país no entiende por qué la Farc política no empieza y por qué la información que contienen los computadores de Raúl Reyes parece sepulta entre toneladas de fango. Los carroñeros tienen la respuesta. El país ha presenciado atónito la desmembración del DAS, porque supuestamente hizo lo que la Fiscalía hace todos los días. Los carroñeros se mueren de la risa. El país no olvida que pocas horas después de los trágicos sucesos de Potrerito, Jamundí, el Fiscal Iguarán dijo que se trataba de una conspiración criminal del Ejército a favor de los carteles de la droga. Ni siquiera intentó después llevar asa acusación al juicio, en el que más de 20 jóvenes inocentes están a punto de ser condenados de por vida para pagar una detestable pilatuna ajena. Los carroñeros saben por qué.
Postular a Mario Iguarán como candidato a la Fiscalía General de la Nación fue una audacia criminal. Elegirlo fue peor. Padecerlo ha sido cruzar por un camino de amargura. Recuperar ese organismo parece una misión imposible. Pero es impostergable y absolutamente necesaria. Que no se equivoque otra vez el Presidente. Pero todo indica que eso es posible. Las hienas rondan. Porque hay más carroña para su banquete diabólico.
1 comentario:
al parecer londoño hoyos hace parte de las hienas y los carroñeros, esa forma de generalizar no es una investigación seria, hay que ser puntual, ir al grano, al parecer este conflictivo abogado tiene muchos crimenes que contar.
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