martes, 16 de junio de 2009

Telesur, ¿porqué la entrega?

Por Jaime Mario Trobo

El Heraldo, Barranquilla

Junio 16 de 2009

Nadie explica por qué razones el Gobierno del Frente Amplio y su mayoría, regimentada en el Parlamento, aprobaron definitivamente la cesión de la imagen de Uruguay a Hugo Chávez Frías y su aventura imperialista. Presión o debilidad, interés o entrega, ¡vaya uno a saber!


En los primeros meses de 2005, embriagados y deslumbrados por el acceso al poder, los dirigentes de la izquierda uruguaya oficiaron de peones en la estrategia ‘bolivariana’ del inefable presidente venezolano y, por indicación expresa del canciller Gargano, firmaron más de treinta convenios con la República Bolivariana. Ya habrá tiempo de pasar raya a esta saga de publicitados acuerdos y ver qué tan buenos han sido. Uno de ellos trataba de la participación de Uruguay, del Estado, de nuestra República, en una Sociedad Anónima de derecho venezolano denominada Telesur, que desarrollaría un proyecto televisivo para la región y el mundo, conducida, dirigida, financiada y operada por funcionarios del gobierno de Chávez. Nos pareció desde el principio una temeraria decisión de nuestro gobierno, y con el paso del tiempo ha ahondado nuestra preocupación por la frivolidad con la cual las autoridades nacionales han resuelto impulsar este proyecto.


El tema principal es la temeridad política con que se abandona el celoso cuidado que debe haber permanentemente por el prestigio internacional de nuestro país. En este proyecto, su ejecución, su dirección, su orientación y línea editorial, ni el Uruguay ni las autoridades de nuestro país tienen la menor incidencia. Venezuela nos ‘regaló’ inicialmente la participación en la sociedad de un 10% del capital, que con el paso del tiempo se licuó a un 7%, pero ese porcentaje no significa nada más que obligarse a difundir por la Televisión Nacional los programas de Telesur y a producir, además, material para que ellos lo emitan.

Les damos ‘aire y audiencia’ y les ofrecemos programas a nuestro costo. El beneficio no existe, a no ser que alguien considere que resulta bueno el estar asociado al locutor de Aló Presidente, que en el mundo vive insultando y peleándose con cuanto país, gobierno o gobernante le parezca, por la causa más vulgar, frívola o abyecto interés. Ni siquiera nuestro país tiene un representante en el directorio de la S.A., y si lo tuviera, con la insignificancia de su representación puede aspirar a formar parte de ninguna decisión; Venezuela tiene el 51 % de las acciones, nombra el director del proyecto y elige su desarrollo, línea editorial, contenidos y todo lo que tenga que ver con su puesta al aire.


Mientras tanto, ¿Uruguay de qué juega? Presta su imagen, su bandera, su nombre, su prestigio para la aventura extranjera de un Estado conducido por alguien ajeno a nuestros intereses, a los de nuestros compatriotas, porque tiene el de los venezolanos, sin perjuicio de los personales, que a la vista está se dan de bruces con la reputación de nuestro país. Es grave que este acuerdo haya progresado hasta su ratificación parlamentaria. En algún momento creímos que la lucidez de algunos de nuestros gobernantes haría fracasar el intento, pero han podido más los compromisos ideológico-económicos, la dependencia política elocuente con el proyecto bolivariano, el desinterés por la custodia de nuestra soberanía, uno de cuyos componentes es la imagen exterior del Uruguay. Pero al final, el atropello para aprobarlo, como otros importantes temas entre ‘gallos y medias noches’, solo se explica por la frivolidad y la debilidad ante la presión o las exigencias de una conducta entreguista que avergüenza.


*Miembro del Parlamento de Uruguay

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