domingo, 28 de junio de 2009

La ética en el oficio de las armas

Mayor General (r) Henry Medina Uribe

El Colombiano, Medellín

Junio 26 de 2009

El General Freddy Padilla, comandante general de las Fuerzas Militares y Ministro de Defensa encargado, ha mantenido permanente preocupación por incrementar la legitimidad de la institución que dirige. En pasado reportaje con Yamid Amad reclama respeto, afecto y respaldo moral para soldados y policías. Me parece que ello ya existe, pero está bien que sin pausa se busque incrementar tales condiciones, prerrequisito y consecuencia de la legitimidad. La pregunta es ¿Qué hacer y cómo hacer para lograrlo? Creo que la respuesta está en la reforma de la educación militar. El General ha dado muestras claras de conocer la necesidad de merecer antes de exigir.

El punto de partida es la comprensión de la especificidad de la institución militar y su capacidad de infligir destrucción y muerte, si se requiere, para proteger la vida. Sin embargo, su fin último es la paz y el bienestar de la sociedad a la cual pertenece y a la cual se debe. En este contexto, la paz justa obtenida por disuasión, es un óptimo.

En tal orden de ideas, se deben considerar las diferencias existentes entre el concepto tradicional expuesto por Max Weber sobre la función de las fuerzas militares como el ejercicio de la "violencia legítima" y la visión moderna del "uso legítimo de fuerza". La violencia es el abuso de la fuerza, y hoy no puede ser la vocación de una institución legítima. Ello podría llevar a acciones que, aunque legales, no sean consideradas como legítimas en razón del fin que las motiva, aún con el argumento de la razón de Estado. Lo conveniente es encuadrar la acción militar dentro de condicionantes, que van desde la legitimidad de la autoridad que decide, hasta el respeto al adversario, pasando por los objetivos que se buscan, los medios utilizados, la relación costo-beneficio y la posibilidad de victoria.

Otro aspecto importante lo constituye el método, los procedimientos y la forma de medir los resultados del accionar militar. La evaluación no puede someterse a una lógica económica primaria de rentabilidad y de estadísticas que pudieren llegar a ser perversas. Se necesita una visión moderna, técnica y sofisticada.

Debemos volver a lo esencial. En la edad media, el caballero se comprometía a proteger a la viuda y al huérfano, aún al precio de su propia vida, y ese ha sido uno de los valores que históricamente el militar colombiano ha practicado. A diferencia, los violentos asesinan y buscan proteger su vida, aún a costa de aumentar las viudas y los huérfanos. La estrategia de ganar la guerra a la manera de la "pax romana", está superada.

Es necesario entender que los mal llamados falsos positivos no hacen parte de los "usos y costumbres" de las Fuerzas Militares de Colombia y por ello no deberían afectar la legitimidad institucional. No deberían existir y si por excepción han ocurrido, deben reafirmar la necesidad urgente de acelerar la reforma de la educación militar en proceso, tanto como la de revisar el diseño de indicadores de gestión e innovarlos. En otras palabras, el sistema de "premios y castigos" debe claudicar ante una visión más acorde con el mundo actual.

Se visualiza, entonces, una institución, no en actitud gregaria, sino creadora de su propio destino, con una visión humanista, que sirva de guía a los aspectos de índole cultural, doctrinal, reglamentaria y pedagógica. Unas Fuerzas Militares con actitudes regidas por una ética auténtica, fundamentada en valores, con un sólido compromiso con la justicia social, la solidaridad y el bien común.

El esfuerzo del Sr. General Padilla es digno de aplauso y apoyo. Es bueno para el país y para la paz. Los colombianos deberíamos darle toda nuestra adhesión y compromiso.

No hay comentarios: