martes, 23 de junio de 2009

Mano dura, corazón blando

Por Vicente Torrijos

El Nuevo Siglo, Bogotá

Junio 23 de 2009

Algeciras es una agradable y tranquila población del Huila. Su gente es amable, se come muy bien y el clima es inmejorable.

Pero las Farc se resisten a perder la poca influencia que les queda en el área, así que hace pocos días estuvieron a punto de eliminar a decenas de muchachos en una escuela para someter a la población al terror, para dominarlo con base en la fuerza destructora.

Popayán, por otra parte, también es muy tranquila. La hospitalidad de su gente es proverbial, su Semana Santa es encantadora, el festival gastronómico ya tiene fama mundial y el clima es balsámico.

Pero, delirantes y soñadoras, las Farc quieren mantener algo de ese control hegemónico que ejercían sobre las drogas en el sudoeste, seguir influyendo sobre los pueblos indígenas vulnerables a su discurso violento y regular el flujo de recursos y la movilidad hacia el Ecuador.

Por esa razón, hace pocos días estuvieron a punto de estallar una bomba en las calles de la ciudad, precisamente para doblegar a la gente, para que, tarde o temprano, terminen convenciéndose de que la única solución al conflicto irregular en Colombia es una solución dialogada y negociada con los terroristas.

Así que no se trata de que las Farc, iluminadas por el pensamiento certero de Alfonso Cano hayan resuelto ahora reactivar la columna Teófilo Forero para convertirla en una formidable unidad de acciones especiales con cuatro compañías estratégicamente diseminadas por el sur, dedicada a sembrar minas y a explotar el sentimiento antisistémico de los damnificados de DMG, todos ellos convertidos en una especie de milicianos ad honorem.

Lo único que las Farc están haciendo es explotar hábilmente su libreto estratégico de la resistencia activa y avanzada (‘resaca’) que les ha permitido sobrevivir a la ofensiva estatal durante los últimos siete años y que puede resumirse en dos variables : (a) el empleo del terror y las drogas, y (b) el auxilio logrado tanto en nivel interno como externo de organizaciones populares y gobiernos.

Combinando estas dos facetas de la resistencia: activa (el terror y las drogas), y avanzada (el auxilio interno-externo), las Farc tratan de parecerse a Uribe con una versión propia del eslogan presidencial, quedando en algo así como “la mano dura y el corazón blando”.

Mano dura, porque no van a descansar hasta poner la bomba en Algeciras, en Popayán y en otros sitios apacibles y emprendedores que han desterrado a la subversión.

Y corazón blando, porque, cuésteles lo que les cueste, se van a valer de agrupaciones cívicas y gobiernos extranjeros para convertirse en las dueñas de la ilusión de paz negociada con la que quieren convertir a Colombia en una pieza más de la revolución bolivariana.

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