Por Javier Darío Restrepo
El Heraldo, Barranquilla
Junio 15 de 2009
La oposición venezolana acumula argumentos a la hora del almuerzo. En los restaurantes se han incrementado los precios en un 40% en los últimos meses porque los insumos son cada vez más escasos. También encontraron motivos para la oposición los 16 mil obreros petroleros de las 75 empresas expropiadas por el gobierno. La semana pasada cerraron las entradas de los 14 muelles de Ciudad Ojeda, en protesta por las nuevas condiciones laborales.
Las nacionalizaciones de empresas, que fueron motivo de euforia nacionalista cuando se produjeron, han comenzado a mirarse con escepticismo. A un año de estatizada, Electricidad de Caracas, Elecar, arrojó pérdidas por 351 millones de bolívares fuertes, y quien se hospeda en los hoteles a cargo del Estado, nota y padece la diferencia.
Después de la feria de ayudas multimillonarias a los gobiernos del Alba, han comenzado las dificultades. El gobierno venezolano recurrió a Brasil para un préstamo de 4.300 millones de dólares, a China para uno de 8 millones y a Japón para otro de 3.500 millones.
En todos los casos, denuncia la oposición, la garantía de pago fue petróleo a futuro, pero a precios de hoy. La operación desconoce el mandato constitucional que prohíbe hipotecar los hidrocarburos, según los artículos 12 y 301 que hoy se esgrimen en las demandas contra el gobierno.
El hecho, además, deja al desnudo los pies de barro del régimen. Los crudos Brent y WTI que se estabilizaron en enero en los 40 bolívares, llegarán a los
Según
Las evidencias de la crisis aparecen cuando el visitante y los propios nacionales enfrentan el mito de la fortaleza del bolívar fuerte, que según el dato oficial equivale a poco más de 50 centavos de dólar, mil pesos colombianos, que se reduce sustancialmente en el mercado negro y apenas si vale $300 pesos en las casas de cambio colombianas. Mirando hacia atrás, “en Venezuela hubo una prosperidad transitoria y uso de promesas de bienestar social como instrumento de movilización de masas,” anota un columnista de la oposición.
Las encuestas reflejan como un espejo opaco esta situación. Lo opaco tiene que ver con los inalterables porcentajes de popularidad del presidente Chávez, poco o nada coherentes con ese 50% que cree que la situación es mala o muy mala.
Al impacto del colapso económico se agregan las arbitrariedades de un gobierno que maneja a su antojo los organismos legislativos y de justicia. La persecución judicial a los gobernadores opositores, la creación de una autoridad municipal en Caracas para reducir o anular el poder y los recursos del alcalde elegido en las urnas, los argumentos acomodaticios contra medios de comunicación como Globo Visión, empresa multada caprichosamente y al borde de un cierre anunciado por el propio presidente, han creado una situación que un columnista de El Nacional ve como “multitud que para ser escuchada, no tiene otro recurso que desobedecer las leyes”. “Cuando el aparato institucional es inútil para corregir anomalías no queda otra vía que la desobediencia civil” porque, agrega “una clave de la tiranía es convertir las leyes en mecanismos de venganza”.
En otras circunstancias, tres episodios recientes no habrían pasado de ser material para columnas de chismes. Pero dentro de la tensión actual han adquirido el carácter de hechos paradigmáticos:
1.- El atropellado paso atrás del presidente cuando a su invitación a un debate público con intelectuales se le respondió con el nombre del escritor Mario Vargas Llosa como contradictor.
2.- Su inexplicado retiro del programa extraordinario Aló Presidente cuando solo habían pasado dos días de los cuatro que había anunciado.
3.- Su ausencia en la ceremonia de posesión del presidente Funes, de El Salvador, explicada por el peligro de un atentado contra su vida. Ha sido tan repetida esa denuncia de atentado que nadie parece darle importancia ni crédito.
Son tres hechos que, como crujidos, indican que algo se está desgastando allá dentro.
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