Por Rafael Nieto Navia
El Nuevo Siglo, Bogotá
Junio 19 de 2009
La noticia pasó prácticamente inadvertida. El Departamento Nacional de Planeación (DNP) autorizó una inversión de más de 200 millones de dólares en un satélite fijo de comunicaciones para dar cobertura a zonas remotas del país que no son atractivas para proveedores comerciales, proporcionar acceso de Internet de alta velocidad para 40.000 instituciones y garantizar comunicaciones seguras en zonas de frontera. Tendría una capacidad de 32 transpondedores, que son los dispositivos que realizan la función de recepción y transmisión de las comunicaciones, a una velocidad de 36 Mgz. Según lo anunció la Directora del DNP en marzo de este año, se buscará también dar facilidades de comunicación al sector de Defensa del Estado, servirá para localizar campamentos de guerrilleros y sus movimientos en las fronteras, además de verificar el crecimiento de cultivos ilegales y, añadiría yo, ojalá sirviera también para vigilar los movimientos de gente cerca de los oleoductos. Y, eventualmente, prestar servicio a otros países latinoamericanos. Es decir, necesitamos un satélite completo con capacidad fotográfica y de detección de calor y no solamente un juguete para sustituir servicios que de todas maneras se tienen contratados con terceros.
La historia del satélite colombiano se remonta a los tiempos del presidente Turbay que adelantó, con gran visión, el proyecto Satcol que luego fue echado abajo por el presidente Betancur. Desde entonces tímidamente, porque somos bastante miopes, se han buscado asociaciones con terceros -Venezuela, por ejemplo-, en el Acuerdo Andino, etc. Y el tiempo pasó y las posiciones para satélites fijos se fueron agotando porque se aplica el principio de “primer llegado, primer servido”. Venezuela lanzó en octubre de 2008 un satélite que se situó en la posición 78 grados oeste, cedida por Uruguay. La posición reservada hasta 2010 para el satélite andino está en los 67 grados oeste. Como el satélite colombiano no estará en órbita antes de 2012, ojalá este punto haya sido analizado por el DNP, haya sido convenido con la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) y no estemos ensillando antes de traer las bestias.
Este tema está ligado al de la manida “soberanía” sobre la órbita geoestacionaria, sostenida en una época por unos pocos países ecuatoriales que, por ser contraria a la del Tratado de Naciones Unidas sobre el Espacio Ultraterrestre de 1967, murió lánguidamente de muerte natural en la UIT. Nunca supimos aprovechar este recurso natural por cuenta de sostener una tesis ambiciosa y demagógica pero tonta, en vez de defender nuestro derecho a la “explotación” del recurso y cobrar por él. La tesis del “recurso natural” fue expresamente rechazada por la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores en la época del presidente Betancur. Hoy hay varios satélites extranjeros estacionados en nuestro segmento orbital “soberano”. Pero consolémonos, porque un satélite que sirva para “iluminar” todo el territorio colombiano no debe, por razones técnicas, estar en ese sector sino más al occidente, sobre el mar.
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