Por Darío Martínez Betancourt *
El Tiempo, Bogotá
Junio 24 de 2009
En una equivocada estrategia electoral, y con poca autoridad, algunos políticos levantan como bandera la defensa a ultranza de la Constitución Política , sin detenerse a analizar sus debilidades y errores. El verdadero orden jurídico del Estado se encuentra en la coherencia entre la realidad y las normas constitucionales. Las constituciones no son momias que se elaboran para venerarlas en los altares de los aciertos, incongruencias o equivocaciones y considerarlas intocables.
Se requiere un severo ajuste constitucional de la parte orgánica del Estado, que modifique en forma congruente y a fondo su estructura desbalanceada y desvertebrada. De esa manera se contribuirá a poner fin a los permanentes enfrentamientos y retaliaciones entre las Cortes, el Presidente y el Congreso, y a las reformas incoherentes.
Son inocultables los avances en la constitucionalización de los derechos fundamentales de primera, segunda y tercera generación, que garantizan la materialización de la justicia a través de las acciones de tutela, populares, de grupo, de cumplimiento, como también en los mecanismos de participación ciudadana. A pesar de lo anterior, son múltiples los desaciertos de
Reconocer que
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