Plinio Apuleyo Mendoza
El Tiempo, Bogotá
Junio 26 de 2009
Que me perdonen mis amigos del Gobierno, pero no creo que las Farc estén a punto de sucumbir. Golpeadas como nunca, toman un nuevo aire: de un lado, ataques y actos terroristas; del otro, más fuerte que nunca, su guerra política dentro del país y fuera de él. Ningún militar está hoy a salvo de inculpaciones por obra de una Fiscalía infiltrada. Y en el exterior han encontrado un nuevo caballo de batalla con denuncias sobre el supuesto asesinato de sindicalistas por agentes del Estado.
Tales infundios se los tragan enteros los sindicatos ingleses ligados al laborismo, las centrales obreras de Francia y España, los socialistas y los verdes en toda Europa y, casi sin excepción, la prensa de izquierda. Nuestras misiones diplomáticas intentan hacerle frente a esta campaña, y en Londres y Bruselas han logrado llevar a sindicalistas honestos que apoyan un Acuerdo de Libre Comercio con
Pese a todo, la leyenda negra se propaga. Ella tiene un soporte desconocido. Me refiero a algunos sindicatos agrarios de zonas cocaleras creados o infiltrados por las Farc, cuyos dirigentes son auxiliares o combatientes de
Quienes podrían dar al respecto un testimonio minucioso, creíble, son los desertores de las Farc asociados en
Pero, a pesar de tan atrayentes expectativas y del hecho de que ha sido nombrado gestor de paz, Saldaña continúa en la cárcel. ¿Cómo explicar tal absurdo? Frank Pearl, ahora Comisionado de Paz, además de ocuparse de los reinsertados, aduce razones de seguridad. ¿Pero será segura una cárcel para un hombre que las Farc quieren liquidar? En realidad se trata de una traba burocrática: para salir libre, Saldaña necesitaría un apartamento pagado con recursos oficiales y ello lo enreda en una maraña de requisitos imposibles. Incapaz de encontrar una solución distinta, Pearl navega con lentitud en una ciénaga de trámites. Además de lento, mantiene una actitud prevenida hacia Liduine y los mil ex guerrilleros de Manos por la Paz que buscan la extinción de las Farc mediante la progresiva deserción de sus antiguos compañeros de lucha. Nombra gestor de paz y apoya, en cambio, a Yezid Arteta, un fiel a Gramsci y a las Farc, que considera traidor a Saldaña y escribe cartas a los presos para que, en vez de proyectos de desmovilización, apoyen el diálogo con Cano. Es decir, Saldaña juega con las cartas del presidente Uribe, y Arteta, con las de Piedad Córdoba.
¿No será un disparate mantener en la sombra al primero y alentar al segundo? A veces pienso que un soterrado PC3 aconseja a nuestro Comisionado de Paz. También
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