Por Edmundo López Gómez
El Nuevo Siglo, Bogotá
Junio 19 de 2009
Se ha dicho también que los acuerdos con el actual gobierno colombiano alrededor de asuntos fundamentales, sólo se justificarían si los partidos que apoyaron al actual Presidente y aquellos que se opusieron a su elección, fueren afines; condición que no se daría, por ejemplo, entre el liberalismo colombiano y los partidos del Presidente, pues mientras éstos representarían sólo el autoritarismo, el PLC es, en cambio, sería el vocero de la defensa del Estado de derecho; de la separación y funcionamiento de las 3 ramas del poder, y con una concepción económica y social diferente, además.
Un planteamiento que comienza con deslegitimar a la otra parte rechaza las alianzas entre opuestos, así haya razones de conveniencia nacional que justifiquen hacerlas; planteamiento impregnado de irracionalidad si se examina a la luz de la historia política de los pueblos, y que, por serlo, resulta insostenible.
El fundamentalismo religioso se nutre de esa filosofía perniciosa: el rechazo moral de los contrarios; concepción que al ser aplicada a la política, desconocería, a su vez, el pluralismo como expresión de la democracia moderna que inspira al partido liberal colombiano, en cuanto éste hace parte de las organizaciones socialdemócratas del mundo que contradicen el papel egoísta del individuo y prefieren concebirlo, en cambio, como “el hombre en sociedad”, para decirlo en los términos de Parekh, citado por Goodwin en su libro El uso de las ideas políticas. (Ediciones Península, Barcelona, pág. 126)
Los pactos electorales, no tienen necesariamente que darse entre afines, siempre. Claro está que quienes los celebren hagan parte de los cuadros democráticos de una nación y sean piezas de su arquitectura política. En el caso colombiano, los partidos políticos reconocidos legalmente hacen parte de esa estructura, y no sería impropio, en consecuencia, que entre ellos se formalizaran alianzas políticas coyunturales.
Partiendo del respeto a las diferencias, los acuerdos serán tanto más justificados cuanto se fundamenten en razones de conveniencia nacional, como el por mí propuesto, para que, de manera conjunta, partidos políticos y gobierno logren consensos alrededor de programas en materia económica y social, especialmente para enfrentar los efectos de la crisis mundial que ya afecta a nuestro país.
Si otros dirigentes del PLC prefieren la confrontación radical, como estrategia política, les respeto ese punto de vista pero no lo comparto. Porque rechazar la búsqueda de consensos no parece lo más sensato.
Llamo las atención de los mal pensantes en el sentido de que, según todas las encuestas de opinión, la actual Dirección Liberal no cuenta con el respaldo de las mayorías del Partido, razón por la cual el expresidente Gaviria solamente sería el jefe de las minorías y, como tal, no puede trazarle el rumbo al liberalismo, y menos, conducirlo a otra derrota. Confío que la historia nos dé la razón a quienes hemos asumido una actitud reflexiva, más allá del sectarismo partidista.
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