Editorial
El Tiempo, Bogotá
Septiembre 9 de 2009
En la declaración final de la pasada cumbre de Unasur en Bariloche, los 12 países presentes decidieron "fortalecer Suramérica como zona de paz y establecer un mecanismo de confianza mutua en materia de defensa y seguridad". Sin embargo, un reciente vistazo a algunas chequeras de varias naciones del subcontinente ha despertado las alarmas sobre una "carrera armamentista" en desarrollo en la región.
Los temores no son infundados. Ayer, los presidentes de Brasil, Luiz Inácio Da Silva, y de Francia, Nicolás Sarkozy, anunciaron la compra del gigante suramericano a los galos de un ambicioso paquete de armamento por valor de 12.000 millones de dólares, que incluye 36 cazabombarderos de última generación y cinco submarinos, incluyendo uno nuclear. Los brasileños no son los únicos suramericanos de compras por el mercado internacional de armas. Por estos días, Venezuela firmaría con Rusia un acuerdo para la adquisición de sofisticados equipos militares, como submarinos, tanques y helicópteros de combate. En tres años, el régimen chavista ha gastado más de 4.000 millones de dólares en armamento de Moscú, y en países como España se ha comprometido a comprar casi 10.000 millones más.
Asimismo, Chile ha fortalecido su defensa, en especial la marina, con un porcentaje de los recursos de las exportaciones de cobre. Después de la incursión colombiana en su territorio, el gobierno ecuatoriano anunció la compra de aviones de guerra y otros equipos para la frontera. También en Colombia el presupuesto militar y de defensa ha crecido tanto en volumen como en porcentaje del PIB. La lucha contra los carteles de la droga ha impulsado a México a disparar sus inversiones en seguridad. En los próximos días, el gobierno boliviano tendrá que explicar a su similar paraguayo sus gestiones para comprar armamento ruso.
No sorprende, entonces, que, según el Instituto de Investigación para
Cada gobierno suramericano considera válidas sus motivaciones. Para Brasil -responsable de la mitad del gasto militar de la región-, estas inversiones se justifican por su nuevo papel de potencia, las amenazas en
"Carrera armamentista" o no, lo cierto es que el incremento de la capacidad militar en la región exacerba los conflictos entre vecinos y genera una peligrosa dinámica de retroalimentación: más armas en un país empujan a otro a comprar. Además, una cosa es la inversión de Colombia y México, enfocada en sofocar crisis domésticas de seguridad, y otra, muy diferente, es el rearme de naciones con proyectos abiertamente expansionistas y que recurren alegremente a la retórica belicista ante el mínimo roce internacional. Por último, en un área azotada por la pobreza, con profundas carencias y tradicionalmente pacifista, el clásico dilema de comprar armas o mantequilla aún tiene toda la validez del caso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario