El País, Cali
Septiembre 18 de 2009
Un viejo proverbio árabe reza que si el feo, el atarbán o el inculto es muy rico y gastador, para la gente siempre parecerá bello, inteligente y conocedor de todo lo habido y por haber. Recuerdo esta perla de la sabiduría popular cada vez que veo en prensa o televisión al presidente Hugo Chávez rodeado de personas que exageradamente festejan sus más absurdas opiniones, aplauden sus insultos y se mueren de la risa con sus vulgaridades. ¿Y por qué? Simplemente –como en el dicho- porque posee montañas de dinero (en realidad no son de él, sino de Venezuela) de las cuales dispone y regala a manos llenas con el solo fin de perpetuarse en el poder y comprar aliados internos y externos para lograrlo. Mientras tanto, todas las fuentes revelan que el pueblo venezolano sufre y se empobrece, pero vive preso del populismo y la demagogia que Chávez maneja a ultranza.
Pero vamos por partes. Hace pocos días Chávez intercaló una visita al Festival de Cine en Venecia, Italia, en medio de una gira internacional que lo llevó a Argelia, Irán, Siria, Libia, Cuba… Es decir, a países apodados ‘progresistas’ -y alguien tendrá que explicarme por qué, ya que todos son dictaduras que espantan-. Allá fue a dar para hablar de petróleo, pero también de su odio por Estados Unidos, al que agregó un nuevo odio que últimamente le brotó contra Israel, que le sirve para reafirmar su solidaridad con el grupo. En la gira, Chávez también visitó Rusia para comprar armas -dizque para defenderse de Colombia- por valor de US$ 2.200 millones (¿quién lo amenaza?). Y terminó en España, donde los bien educados españoles lo recibieron correctamente, aunque sabemos que lo juzgan a su justa mesura… comenzando por el rey.
De modo que a la muestra de Venecia Chávez llegó como estrella de cine y protagonista principal del documental ‘South of the border’, que le rinde homenaje. Oliver Stone, realizador del documental, es un norteamericano que gusta proclamarse ‘comunista’, despotrica de su país, Estados Unidos, y alimenta una curiosa devoción por los dictadores en general. Fidel Castro, a quien consagró una de sus películas, es otro de sus ídolos. Puse comunista entre comillas, porque creo que, serlo hoy día, es más una pose que una convicción. Después de todas las revelaciones sobre los gulag, las atrocidades camboyanas, la represión en China o en Corea del Norte, el desmantelamiento de
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