El País, Cali
Septiembre 18 de 2009
La cumbre de Unasur fue otro diálogo de sordos en los que con frecuencia se enfrasca América Latina. Exceptuando la generosa acogida del Gobierno de Ecuador, su defensa de la conferencia y su cambio en el tono con respecto a Colombia, todo conjuró contra la supervivencia del esfuerzo integracionista. Nada aportó para pensar que es posible lograr un escenario donde se dejen de lado los intereses mezquinos o las ideologías y se dé paso a las soluciones conjuntas y la unión que alguna vez proclamó el libertador Simón Bolívar.
Por el contrario, fue notorio el afán por continuar el juicio contra el Gobierno de nuestro país, usando el ya gastado argumento del convenio con los Estados Unidos para la utilización de algunas bases militares. Reviviendo ese debate, se pretendió de nuevo poner a Colombia como la enemiga de la paz, la concordia y la integración en la región. Así, el interés por la cumbre fue usado por Venezuela y Bolivia para lanzar insultos, amenazas y descalificaciones, aprovechando que nuestro Canciller y el Ministro de
Pero sorprendió también la posición del Canciller de Brasil, que con su colega de Venezuela no ahorraron esfuerzos para desviar la atención sobre sus enormes negocios militares, los cuales, esos sí, cambiarán la política y el equilibrio militar del continente. Aunque la insistencia de los delegados colombianos en este tema dio la impresión de que se había cambiando la estrategia de exigir ante todo respeto a la soberanía como principio para lograr una verdadera unión, lo cierto es que esos negocios trastornan en forma por demás radical el interés de los suramericanos.
¿Acaso no es grave para la región saber que la tecnología nuclear aplicada en asuntos bélicos está a punto de llegar? ¿No es preocupante que uno de esos grandes compradores, el teniente coronel Hugo Chávez, amenazó con disparar unos “coheticos”, no bien se bajó del avión que lo trajo de Moscú? ¿Y no merecen atención los reclamos de Colombia para que se entienda la tragedia que hemos vivido por cuenta del narcotráfico y el terrorismo, elementos estos que justifican el acuerdo con los Estados Unidos?
Esas son algunas de las preguntas que quedan tras la cumbre de Unasur, que eran previsibles y fueron hechas antes de su realización. Ahora la gran pregunta que debe responder Colombia es si vale la pena continuar en una supuesta unión donde el derecho a la autodeterminación y el respeto que merecen sus integrantes se está cambiando por la gavilla y la grosería. Es la consecuencia de tratar de imponer el concepto del militarismo y la seguridad como requisito para lograr la integración de los pueblos.
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