lunes, 7 de septiembre de 2009

Cuando la lengua pica

Por Oswald Loewy

El Heraldo, Barranquilla

Septiembre 6 de 2009



No soportamos más las amenazas de Hugo Chávez ni su intromisión constante en los asuntos internos de nuestro país, escudándose en el chantaje económico”, fue el anuncio que hizo Ronald Bakalarz, presidente de la junta directiva de Analdex, el gremio exportador, al instalar el congreso anual de la entidad durante la semana que pasó. Es comprensible este tipo de reacción ante los acontecimientos recientes y en estas ocasiones la astucia y la audacia vestidas de prudencia son más útiles y efectivas. No gana quien grita más o argumenta mejor; gana quien hace mejores negocios y a veces, una muy válida opción, es no hacerlos como propone Bakalarz. Pero una cosa es una estrategia y otra una arenga que es el caso al que nos referimos. Al abusar de su posición dominante como comprador, Chávez ejerce una acción política de revancha por el acuerdo militar EU-Colombia. Es la lectura que hay que darle sin dejarnos confundir, mucho menos provocar. Por ser un asunto de corte puramente político, así tenga por todos lados el signo peso, los empresarios tienen una incidencia e influencia limitada. A los exportadores colombianos les adeudan sus clientes venezolanos el pago de compromisos con un retraso que va más allá de lo aceptable y permisible.

Igual les sucede a los exportadores brasileños que han tenido que acudir al presidente Lula para que les sirva de cobrador de unos pocos millones de dólares. La euforia de la que hoy gozan en Argentina, por los nuevos negocios que han obtenido en el vecino país, terminará con un sabor agridulce porque la capacidad de pago desde Venezuela es muy limitada y el control de dólares preferenciales se maneja con cuentagotas y antojo, en el fondo, típico indicio de déficit en su balanza de pagos. Es posible que Argentina cruce cuentas con lo que le adeuda a Venezuela y entonces se encargue de pagarles a sus exportadores localmente.

Analdex ha planteado renunciar al mercado de Venezuela y asumir la pérdida de ese destino como una forma de apoyar al presidente Uribe. Si la idea es respaldar a Uribe, no nos parece que por ahí sea la cosa porque no es un camino de nuestra conveniencia. La caída del 20% de las exportaciones a ese país indica que dejar de hacer negocios de manera unilateral con el 80% todavía vigente termina siendo más un castigo para el cliente en Venezuela y para el exportador nacional que para el coronel Chávez. Cuando alguien amenaza y usa la provocación como una forma más para comunicarse, la respuesta debe ser contundente a través de hechos, nunca respondiendo con la voz todavía más en alto como se acaba de hacer. No creemos que sea un respaldo efectivo al presidente Uribe porque si esa fuera la intención, hubiera sido preferible que a puerta cerrada se le hubiera manifestado lo mismo y entonces se trazara un plan para trabajar sobre la sustitución de ese mercado que está cada vez más deteriorado. Tal vez sea bueno conocer que es mucho más fácil y expedito hacer negocios con otros 50 países que con Venezuela.

El mercado es el mundo, no la región, es hora de despertar y preferiblemente más temprano.

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