lunes, 7 de septiembre de 2009

D´Escoto y sus cuentas pendientes en Colombia

Por Eduardo Mackenzie

Blog Debate Nacional, París

7 de septiembre de 2009

Los colombianos no olvidamos quien es el señor Miguel d’Escoto, actual presidente de la asamblea general de Naciones Unidas hasta el próximo 16 de septiembre. El aprovechó esa posición elevada para ponerla a los pies de una de las peores dictaduras del universo.

Hace unos días, Miguel d´Escoto le otorgó a Fidel Castro el título de "héroe mundial de la solidaridad". Gracias a las intrigas del funcionario nicaragüense la Asamblea General de la ONU se embarcó en ese alucinante gesto que empaña la imagen de la ONU. Feliz, la dictadura cubana respondió inmediatamente entregándole a D’Escoto una medalla. En ceremonia realizada en La Habana, el líder sandinista recibió la Orden de la Solidaridad, con la que los hermanos Castro premian a sus amigos más fieles.

Sacerdote suspendido por el Vaticano en los años 1980 por su respaldo a una organización que practicaba la violencia, D´Escoto dijo sentirse “emocionado” por un reconocimiento a lo que considera su razón de ser como militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Dijo estar muy orgulloso de haber sido “testigo de la revolución cubana” y de tener estrechos vínculos durante décadas con el dictador Fidel Castro. Este, para recompensarlo, le concedió una entrevista. De la cual D’Escoto salió caminando sobre una nube. Dijo que esas tres horas pasadas con Fidel Castro fueron "un regalo de Dios". Días antes, D’Escoto se había comprometió a exigir al gobierno de Barack Obama la liberación de cinco espías castristas presos en Estados Unidos.

Tras ser elegido a ese cargo en la ONU, D’Escoto declaró que su prioridad sería la de poner fin a la “dominación” de los Estados Unidos y de Europa en las Naciones Unidas, especialmente en el Consejo de Seguridad. El diplomático sandinista, sin embargo no le había advertido al bloque latinoamericano que lo apoyó en esa elección que ese sería su programa. D’Escoto tampoco oculta su odio a Israel. El pide que la comunidad internacional considere la posibilidad de sancionar y boicotear al Estado judío, lo que ha sido aplaudido por Teherán y otras dictaduras del Medio Oriente.

Miguel d’Escoto, uno de los pocos curas latinoamericanos que siguen creyendo en la llamada “teología de la liberación”, que generó tanta opresión y violencia en el continente, tiene cuentas pendientes con Colombia. En 1986, Augusto Ramírez Ocampo, ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, le envió una carta a D’Escoto, quien era en esa época ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua. Bogotá decía en ese documento que entre las armas utilizadas por los terroristas del M-19 en su sangriento ataque al Palacio de Justicia de Bogotá, el 6 de noviembre de 1985, en el que llevaron a la muerte a 115 personas, había fusiles y ametralladoras que pertenecían a Nicaragua.

Ramírez Ocampo le pidió a D’Escoto una “explicación pronta y satisfactoria” de cómo y por qué esas armas habían llegado a manos del M-19. Miguel d’Escoto nunca dio una respuesta seria a Colombia. Como ese misterio no ha sido aclarado (los ex jefes del M-19 siguen callados al respecto) sería necesario que los jueces colombianos que se ocupan del tema del Palacio de Justicia, se muestren más diligentes y emplacen a Miguel d’Escoto para que aclare qué papel tuvo él como ministro sandinista en el suministro de esas armas a los terroristas colombianos.

Años atrás, en 1980, como miembro del gobierno de Daniel Ortega, Miguel d’Escoto se había inventado un diferendo artificial contra Colombia, que torpedea desde ese momento las relaciones Bogotá-Managua, al declarar nulo el tratado Bárcenas-Esguerra, mediante el cual Nicaragua reconoció la soberanía colombiana sobre una zona marítima de 50 000 km² en el Mar de las Antillas donde se halla el archipiélago de San Andrés y Providencia y los cayos Roncador y Quitasueño. En 2001, Managua entabló, ante la Corte Internacional de Justicia, un libelo contra Colombia sin lograr hasta hoy una decisión en su favor.

La responsabilidad de ese asunto, que la Nicaragua sandinista intentó convertir en un pleito internacional contra Colombia, se la debemos a Michel d’Escoto. Sin embargo, Nicaragua le debía unos cuantos favores diplomáticos a Colombia, en su calidad de país fundador del Grupo de Contadora. Creado el 8 de enero de 1983, por los presidentes de Colombia, Panamá, Venezuela y México, ese organismo se opuso a la política de Ronald Reagan contra los esfuerzos subversivos de La Habana en Nicaragua y América Central. Suscrita en julio del mismo año por el Grupo, la “Declaración de Cancún”, propició el nombramiento por Washington de la Comisión Kissinger destinada a estudiar la naturaleza de los intereses de Estados Unidos en la región centroamericana y las amenazas que existían contra esos intereses. Tras veinte meses de negociaciones con los países centroamericanos, Contadora presentó su “Acta de Paz”, el 7 de septiembre de 1984, la cual fue aceptada por Nicaragua. Ello le abrió el camino a la resolución del 11 de noviembre de 1984 de la asamblea general de la ONU favorable a los sandinistas y a sus aventuras en Centroamérica, lo que fue seguido de una moción europea similar en enero de 1985.

Pese a ello, Miguel d’Escoto no abandonó jamás, ni en esa época ni después, hasta hoy, su antipatía por Colombia. Su responsabilidad en los hechos trágicos del Palacio de Justicia, y su constante agitación contra los derechos inalienables de Colombia en el archipiélago de San Andrés y Providencia, son hechos inamistosos que no se borrarán fácilmente de la memoria de los colombianos.

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