Por Miguel Urrutia
El Colombiano, Medellín
Septiembre 15 de 2009
Pensemos en la actual crisis económica en los Estados Unidos, disparada por el desinfle de una burbuja hipotecaria. Esta generó una crisis financiera internacional y una caída de 4% en el PIB de ese país en los últimos 12 meses. Pero la recesión no ha sido mayor porque el mundo ha seguido comprando títulos del tesoro, lo que ha hecho posible la capitalización de bancos por el gobierno, un gran déficit fiscal y tasas de interés muy bajas. En el caso de Colombia, la crisis hipotecaria y financiera de 1998 coincidió con la crisis asiática y la moratoria rusa, fenómenos que reversaron los flujos de capitales a Colombia y el mundo en desarrollo y aumento de la tasa de interés en estos países. Esto dificultó grandemente la posibilidad de poner en marcha una política anticíclica en Colombia.
Ante la reversión en los flujos de capitales, aumentaron fuertemente las expectativas de devaluación y las tasas de interés para el riesgo Colombia en los mercados de capitales. En estas circunstancias la política monetaria no está en capacidad de bajar las tasas de interés reales, aun si lo desea.
Con la corrida hacia el dólar que llevó a la compra de reservas internacionales cuando se cerró el crédito externo, se redujo la cantidad de dinero y la política contracíclica habría requerido aumentar la cantidad de dinero y la liquidez de la economía. La demanda de crédito del Banco de la República para adquirir divisas era inmensa, y para resguardar las reservas internacionales el Banco no podía aumentar su crédito para validar esta demanda. Era difícil saber cuántas reservas internacionales se pueden vender sin empeorar el riesgo país y las condiciones de la economía. Por eso el Banco cerró sus ventanillas de crédito ordinario en los momentos de ataque cambiario, y esto disparó la tasa interbancaria en estos periodos que afortunadamente fueron de pocos días. Lo que no mencionan los críticos de esta política es que los aumentos en la tasa interbancaria no se tradujeron en aumentos equivalentes en las tasas activas del sistema financiero.
La otra crítica que se puede hacer al manejo de la crisis es por qué no se flotó la tasa de cambio en 1998 en lugar de esperar hasta 1999. La respuesta es que en 1998 se consideraba que una flotación llevaría a una devaluación abrupta y mayor a lo que justificaban las condiciones fundamentales de la economía. Por eso se hicieron dos devaluaciones controladas de la banda cambiaria y se preparó una estrategia de apoyo financiero internacional para que una flotación no fuera traumática. Estaba presente el desastre económico ocurrido en México con la devaluación abrupta en lo que se llamó la crisis Tequila y las maxidevaluaciones en algunos países asiáticos en 1997.
También estaba presente el golpe a las principales industrias colombianas en la crisis de los años ochenta en que el Banco de la República tuvo que financiarles el pago de la deuda externa por la devaluación. En los años noventa, la deuda externa del sector privado se había triplicado. Una devaluación abrupta habría puesto muchas empresas en serias dificultades.
Por eso se preparó un apoyo internacional importante para el momento de flotación, incluyendo un apoyo cuantioso del FMI y compromisos de préstamo del Banco Mundial y el BID. El resultado de las devaluaciones previas de la banda y estos apoyos determinaron que no hubo devaluación desestabilizadora una vez que se flotó la tasa de cambio en 1999.
Dada la coincidencia de crisis hipotecaria, reversión de flujos de capitales, desarreglo de los sistemas de crédito hipotecario por decisiones de la Corte Constitucional, y la quiebra de la banca pública y la banca cooperativa por problemas estructurales de vieja data, es sorprendente que el PIB solo cayó 4% en 1999. Dados estos problemas, hay que concluir que en el entorno de la época la crisis financiera se manejó relativamente bien.
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