Rafael Bravo
El Mundo, Medellín
Septiembre 18 de 2009
Los resultados del censo confirman un retroceso en los principales indicadores económicos, destacándose un incremento en la pobreza el cual sube al 13.2 por ciento en el 2008, el mas alto desde 1967. El total de habitantes que oficialmente vive en condiciones de escasez es de casi 40 millones (un aumento de 2.6 millones de personas con respecto al 2007). Es de destacar que la medición tiene como base un ingreso anual de 22,050 dólares para una familia de cuatro personas. En el pasado era inadmisible ver niños sin techo. Nunca antes habíamos visto tantos mendigos en las calles. No era normal ver a las ciudades intentar pasar legislaciones limitando el accionar de la población mendicante. Ver a cientos de indigentes que se disputan la noche que llega en los refugios que no alcanzan a cubrir las necesidades. Ese ha sido el precio de la crisis en las familias estadinenses.
En consecuencia, la tan cacareada bonanza del 2001-2007 fue beneficiosa solo para el 5 por ciento de la población que se ubica en los estratos altos, mientras el ingreso medio de la población cayó en 1.860 dólares a los niveles de 1997. Si de algo ha dependido la sociedad norteamericana es de la clase media como referente que reactiva y sirve de motor a la economía luego de un periodo recesivo. Para los entendidos, el recorte de impuestos a los estratos altos promovido por la administración Bush, lo que ha hecho es ampliar la brecha entre quienes han visto crecer sus ingresos y aquellos que se vieron obligados a aceptar una desmejora en sus niveles de vida.
Por otro lado, si bien el porcentaje de quienes carecen de algún tipo de cubrimiento para sus necesidades de salud se mantiene estable en el 15 por ciento de la población o su equivalente a 46 millones de habitantes, lo que se esconde tras de esta cifra es la caída en el numero de personas que se benefician de planes de salud ofrecidos por los empleadores privados y una cada vez mayor dependencia de programas gubernamentales como el Medicare que se ofrece a los jubilados y el Medicaid destinado a cubrir los sectores pobres de la población. Es aquí en donde toma fuerza el argumento de quienes promulgan por una reforma al sistema de salud que ha encontrado tanta resistencia en algunos estratos debido fundamentalmente a la descarada campaña de desinformación patrocinada por los grupos con intereses especiales.
La comunidad inmigrante de origen hispano viene sufriendo el impacto en la disminución de los ingresos con mayor rigor frente a otros grupos raciales. Las rentas familiares de los latinos cayeron un 5.6 por ciento por segundo año consecutivo y esa declinación es el doble comparada con los afroamericanos, hoy día la segunda minoría en razón al creciente flujo de habitantes procedentes de America Latina. La situación en el cubrimiento de salud es peor dada la informalidad a que están sometidos millones de trabajadores inmigrantes. La construcción y el sector servicios tradicionalmente no brindan ningún tipo de seguro de salud a sus empleados, por lo que la atención médica termina en la salas de urgencias con cargo a los hospitales locales lo que crea presiones presupuestales y sentimientos antiinmigrantes entre los enemigos de la comunidad latina.
Nada fácil el reto al que se enfrenta la administración Obama en su empeño por recuperar la confianza de los habitantes y del sector privado de modo que regresen unos niveles adecuados de inversión y que el sector financiero vuelva a abrir las fuentes de dinero. Todo lo anterior dentro de un marco regulatorio hasta ahora inexistente que proteja al ciudadano y aleje a Wall Street de los abusos recientes.
Esa bonanza ilusoria que tuvo como origen la burbuja de los bienes raíces debiera ser un asunto del pasado de la cual es necesario aprender.
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