miércoles, 16 de septiembre de 2009

El poder y el delirio

Por Alberto Velásquez M.

El Colombiano, Medellín

Septiembre 16 de 2009

Por fin un ministro colombiano, el de Defensa, Gabriel Silva, comenzó a hablarles clarito a las autoridades chavistas que se turnan para lanzar, sin solución de continuidad, constantes agravios a Colombia. Cuando no es el jefe supremo de la revolución bolivariana el que ofende, son sus subalternos que estimulan esta escalada de invectivas. Le dan manivela a los improperios. Aquí se guarda excesiva prudencia que revestida de desproporcionada diplomacia, está invadiendo los territorios de la pusilanimidad.

Denunció Silva -sin recurrir a las palabras soeces, propias de los vecinos- que, "Venezuela es un territorio vulnerable para el tráfico de drogas. Y que todo el mundo sabe que el narcotráfico regional demuestra un creciente aumento del tráfico de drogas a través de Venezuela". Es un cargo concreto, libre de retórica ultrajante.

Por supuesto que Chávez reaccionó para tapar esa complicidad. Y en vez de glosar las acusaciones, amenazó veladamente a Colombia al anunciar que había comprado cohetes que podría disparar para dar en el blanco con una precisión que cubría cientos de kilómetros. Su espíritu y talante guerreristas están por encima de toda consideración racional que le impide desvirtuar las sindicaciones del ministro de Defensa colombiano.

Venezuela se ha constituido en un trampolín del narcotráfico. El escritor mexicano Enrique Krauze, en su texto "El poder y el delirio", ve con angustiosa preocupación la corrupción, la inseguridad y el narcotráfico que circula libremente por el territorio venezolano. Son tres lacras de esa nación que intenta disfrazar vociferando y amenazando, el cacique caraqueño. Presagia el destacado escritor mexicano que Colombia tiene en Venezuela un vecino que puede transmitir un nivel de inestabilidad, tan arriesgado como peligroso. La adquisición de armas en Rusia así lo comprueba. Con la circunstancia, adversa para nuestro país, que como están las cosas, se está perpetuando en el poder por las Constituciones de bolsillo que impone, fruto de la renuncia a las responsabilidades de la clase política, intelectual, empresarial, que por carencia de liderazgo se dejó arrinconar por el autócrata.


El modelo de la Alternativa Bolivariana -obsesión y pasión de Chávez- es lo que quiere exportar a fuego y grito. Y América Latina no se ha enterado que éste es un modelo tan fantasioso como nocivo. "Su diagnóstico de los problemas regionales -como lo sostiene el escritor británico Michel Reid-, se basa en una lectura errada de la historia. Ha dado nueva vida a la teoría de la dependencia, cuando los latinoamericanos deberían estar concentrándose en lo que tienen que hacer por sí mismos en los campos de la competitividad, educación, igualdad de oportunidades. Su afición por la redacción de Constituciones es una distracción peligrosa? Si una nueva Constitución fuera la herramienta más importante para conseguir democracia y desarrollo, América Latina ya sería líder mundial en los dos aspectos?".


Este ejemplo de inestabilidad jurídica es lo que ha venido exportando a buena parte del continente el mandamás venezolano para hacer la revolución bolivariana. La misma que quiere consolidar con sus compadres, contaminados por esa "patología mesiánica narcisista".


"Las revoluciones -decía Bolívar- hay que verlas de cerca y juzgarlas de lejos". Los venezolanos la ven y la padecen en carne propia. El mundo civilizado la juzga desde afuera con estupor y decepción.

No hay comentarios: