Por Fernando Londoño Hoyos
Septiembre 15 de 2009
El Ejército está perdiendo su voluntad de combate. El Ejército no tiene ilusión de victoria, sino síndrome de Fiscalía. El Ejército no se siente premiado por su heroísmo, sino perseguido por sus enemigos.
El general René Pedraza es un hombre intachable, un caballero a carta cabal, un gran oficial del glorioso Ejército Nacional. El tristemente célebre HH es uno de los peores asesinos que haya pisado este mundo. Narcotraficante despreciable, autor de masacres aterradoras, matón al servicio de las peores causas, tiene sobre su conciencia el peso de tres mil asesinatos.
Pues bien. El tal HH ha rendido declaraciones carentes de cualquier respaldo en alguna prueba menos deleznable que su palabra, y por ellas el general Pedraza fue a la cárcel. Ya otro fiscal lo ha puesto en libertad. Mas no importa. El proceso contra Pedraza sigue vivo, tendrá que dedicar sus ahorros a pagar costosos abogados y toda una vida de abnegación y de entrega ha quedado irreparablemente maltratada.
Como pocos serán los que hayan tenido ocasión para enterarse de lo sucedido, diremos en resumen que HH cometió con sus hombres una pavorosa masacre en lo que se llama el Alto Naya. Se trata de una enorme extensión de tierra de miles de kilómetros cuadrados que comprende varios municipios, importantísima como corredor de movilidad de la cocaína hacia el Océano Pacífico. Ha sido tradicional asiento de grupos violentos y por su valor estratégico motivo de disputa y codicia por todos los grupos que trafican droga en el país. Cuando el general Pedraza era Comandante de
El general Pedraza tenía sus tropas en operación, tanto que después de la masacre pudieron reaccionar y capturar más de 70 de los bandidos de HH. Pero no fue posible la acción preventiva. Entre otras razones, porque las “alertas tempranas” no sólo eran imprecisas en el espacio, sino indefinidas en el tiempo. Que en aquellas negras épocas fuera posible una incursión de bandidos en el Bajo Atrato, o en el Catatumbo o en el Magdalena Medio, un día cualquiera de una semana por precisar de no importa qué mes, era como decir que en una zona del país había violencia, pobre descubrimiento e inútil advertencia.
El criminal HH tiene muchas razones para detestar al general Pedraza. Entre ellas, la de haber sido quien lo enfrentó y en más de una ocasión golpeó sus criminales estructuras. Y hoy tiene motivos adicionales para acusarlo. Porque HH, como tantos de su especie, está buscando rebajas de pena y revanchas feroces. En ambos casos se lo entiende. Mentir para quedar libre, es mucho menos grave que asesinar para transportar cocaína. A un sujeto con tres mil muertos a cuestas, no lo doblegará el peso de una falsedad.
El tema pone otra vez sobre la mesa una serie de cuestiones fundamentales. La inexistencia de
El Ejército está perdiendo su voluntad de combate. El Ejército no tiene ilusión de victoria, sino síndrome de Fiscalía. El Ejército no se siente premiado por su heroísmo, sino perseguido por sus enemigos. El Ejército está siendo usado como trofeo infame por las ONG que se enriquecen acusándolo. Por eso, el caso del general Pedraza no es el de una nueva injusticia. Es mucho más que eso, una equivocación irreparable.
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