Editorial
El Universal, Cartagena
Septiembre 4 de 2009
Colombia tiene que mantener vivo su interés en los postulados de
Entre 1990 y 2008, hubo 7.204 colombianos que sufrieron en carne propia –literalmente hablando- la barbarie de estos artefactos. Las estadísticas hasta marzo de este año indicaban que dos colombianos caían víctimas de las minas todos los días.
De los afectados, 65,8% son militares, y de los civiles que sufren las minas, 28% son niños. Es indispensable que se pare esta carnicería cuanto antes, y que los países que tienen el “oído” de las guerrillas colombianas las insten a desistir de esta práctica.
Colombia ha hecho grandes esfuerzos en contra de las Minas Antipersonal, entre estos, la creación del Departamento de Desminado Humanitario en
Cerca de Cartagena, en los Montes de María, se han desminado áreas importantes, como por ejemplo, varios de los pueblos que fueron desplazados forzosamente por los violentos y cuyos habitantes retornaron, entre los que sobresale Bajo Grande, donde hasta las casas tuvieron que pasar por el proceso de desminado, además de las tierras agrícolas aledañas ocupadas hoy por yucales y otros cultivos extensos de pancoger. La maldad de los minadores no conoce límites ni se compadece siquiera con la solidaridad humana fundamental.
No se puede concebir el desarrollo de una región como los Montes de María, ni el retorno de sus gentes -si además de la llegada de todos los servicios del Estado, de las actividades de Pastoral Social, del Centro de Fusión, de
Para los bolivarenses y sucreños montemarianos, el desminado no es sólo una conversación altisonante de salón, sino una necesidad de vida o muerte.
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