Por Ernesto Yamhure
El Espectador, Bogotá
Septiembre 3 de 2009
Difícilmente olvidaré la frase que hizo célebre al antagonista de James Bond, Auric Goldfinger, cuando sentenció: una vez, casualidad; segunda vez, coincidencia; tercera vez, acción hostil.
Sería irresponsable insinuar que la honorable Corte Suprema de Justicia, integrada por intachables hombres y mujeres de las más excelsas calidades humanas, religiosas y profesionales, intervinieron en el debate de aprobación del referendo reeleccionista.
Nuestros magistrados están dedicados a su profesión, la cual ejercen con riguroso apego por los dos principios elementalísimos que la definen: independencia e imparcialidad. ¿A quién se le ocurriría afirmar que tal o cual magistrado se ha entrometido en asuntos ajenos a su competencia, o que direccionó un fallo con el fin de generar un impacto político?
Lo que hasta ahora hemos visto son simples hechos aislados. Un auxiliar tomando aguardiente a pico de botella en fondas inmundas con eventuales testigos. Eso no tiene por qué escandalizarnos. Aún menos, que otro de esos prohombres de la justicia luzca en su muñeca izquierda un espantoso reloj que al calor de unos tragos le regaló un amigazo que hoy se pudre en una cárcel italiana, acusado de narcotráfico y lavado de dinero.
Paranoicos quienes creen que
Otra cosa muy distinta es que sus actuaciones a veces coincidan con los debates políticos, lo cual no significa que estén tratando de manipular a quienes intervienen en ellos.
En las últimas semanas, las casualidades han sido muchísimas. Por ejemplo, faltando unas horas para que el Senado discutiera y aprobara el informe de conciliación,
La justicia no puede parar y debe actuar durante las 24 horas del día, independientemente de la agenda legislativa y política de la nación.
Superado el episodio del Senado, donde el referendo arrasó, tal y como correspondía, comenzó la deliberación en
El efecto del azar siempre es perceptible. 12 horas antes de que comenzara la sesión en el salón elíptico del Capitolio,
Para desventura de algunos, nuestras centenarias instituciones están blindadas contra el pánico que a veces generan las sincronías. Por eso, 85 héroes que hoy fungen como parlamentarios, se deshicieron de sus propios temores y fueron consecuentes con la voluntad popular colombiana. Supieron interpretar el sentir de las gentes del común que quieren hacer valer su opinión en las urnas.
Será cuestión del destino si, coincidentemente, esos 85 patriotas el día de mañana terminan tras las rejas. ¿O será que estamos frente a un escenario en el que juegan los tres estadios de que habla Auric Goldfinger? Amanecerá y veremos...
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