El Nuevo Siglo, Bogotá
Septiembre 20 de 2009
EL jueves de la semana que termina el gobierno socialdemócrata de Evo Morales tomó una decisión trascendental: asumió, como cierto, que sus políticas macroeconómicas son un total fracaso.
Pero la decisión de esta semana de abrir las fronteras y permitir el ingreso de capital extranjero, inclusive, para la explotación y exploración de fuentes mineras, constituye un trascendental quiebre en la visión del Estado boliviano así como una confesión tácita pero contundente del rotundo fracaso de las políticas socialdemocráticas.
Más de 1.600 millones de dólares invertirá Repsol en los próximos días en el negocio minero en suelo boliviano. Hago hincapié en que Repsol es, además de una compañía extranjera, española, huelga decir, una multinacional de origen “imperial”. De esa potencia que, en el discurso del presidente Morales, es la causa eficiente de todos nuestros males; los saqueadores y abusivos explotadores; los que ultrajaron a nuestras mujeres y avasallaron a nuestros abuelos. Esos imperialistas despiadados y crueles hasta los tuétanos son los que, de entrada, creyeron en la “mano extendida” de Bolivia y en sus necesidades.
Esos atracadores y criminales del pasado vuelven con las suyas en el presente pero ahora, bajo la expresa solicitud de un indio que no sabe dónde está parado no obstante alzarse con las banderas de mando bolivianas.
Mientras que
¿Cuánto tiempo durará la decisión?
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