martes, 8 de septiembre de 2009

Las pruebas de horror

Editorial

El País, Cali

Septiembre 08 de 2009

Encadenados al cuello, como esclavos y demacrados por el atroz tratamiento que deben estar recibiendo de sus victimarios. Así aparecieron en las imágenes que el Ejército incautó al encargado de entregar las ‘pruebas de vida’ de diez de los secuestrados.

Sin duda, con ese cuadro de horror las Farc pretenden algo más que demostrar su buena voluntad para realizar lo que ellas han denominado como “intercambio humanitario”: es la manera de mostrar la miserable vida que tienen sus víctimas, para forzar solidaridades con sus propósitos. Al parecer, ya no es suficiente mostrar la imagen de buena voluntad que quisieron exhibir con sus ofrecimientos de liberaciones unilaterales.

Ahora, la guerrilla vuelve al horror como instrumento para conseguir sus oscuras intenciones. Es la otra manera de explotar el terrible drama a que tienen sometidos a esos diez seres humanos cuyas imágenes debían llegar a manos de la senadora Piedad Córdoba. A partir de ese momento era de esperarse el acostumbrado espectáculo de las madres, esposas e hijos de las víctimas, que agradecían el gesto humanitario de los secuestradores. Y el reclamo al Gobierno para que haga lo que sea necesario con tal de lograr la liberación de esos hombres que esta vez muestran las huellas del martirio al cual son sometidos.

La actuación oportuna de las autoridades frustró la parte del show donde los hasta ahora intermediarios vuelven a ofrecer sus desinteresados oficios para lograr la liberación. Pero su divulgación produjo el rechazo indignado de la Nación, que no acepta tanto ultraje contra la dignidad de los seres humanos. Las imágenes de los cuatro integrantes del Ejército y los seis miembros de la Policía Nacional, enfermos, con huellas del hambre y con las cadenas al cuello, están dando una prueba más de la barbarie genocida que guía las acciones de las Farc.

Claro que los colombianos están dispuestos a buscar la libertad de quienes son tratados como animales por quienes los secuestraron. Y por supuesto que el camino más expedito puede ser la negociación directa, sin necesidad de intermediarios. Pero tal negociación nunca será posible mientras se persista en usar a las víctimas como vehículo de propaganda o mercancía que se explota para sacar de ella el máximo dividendo. Esa es la verdadera intención de las Farc, que la Nación no puede aceptar.

En abril pasado se anunció la liberación de dos secuestrados. Han pasado cinco meses y las disculpas para no cumplir el ofrecimiento han sido la interferencia de la Fuerza Pública y el no reconocimiento de la senadora Córdoba como mediadora. Mientras tanto, el llanto y los reclamos de sus parientes son usados para extorsionar al Estado y a los ciudadanos. Ante el fracaso, ahora se trata de mostrar las miserables condiciones en que se encuentran los diez servidores públicos que perdieron su libertad en defensa de la libertad. Colombia no los olvida, pero no puede aceptar que el terrorismo implícito en las imágenes divulgadas ayer siga siendo utilizado bajo el disfraz de ‘acciones humanitarias’.

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