martes, 15 de septiembre de 2009

Las sombras de Unasur

Editorial

El País, Cali

Septiembre 15 de 2009

En medio del ambiente enrarecido que está generando el interés de algunos presidentes por imponer sus ideologías a otros, se reúne hoy en Quito, Ecuador, la conferencia de ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa de la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur. A no dudarlo, será la continuación de lo ocurrido en Bariloche, Argentina, donde la obsesión por intervenir en el acuerdo de Colombia con los Estados Unidos sobre bases militares no permitió lograr adelantos en la integración del subcontinente.


De nuevo el tema central será la preocupación por “la amenaza que significa el uso por esa potencia norteña de siete bases militares en el territorio del país suramericano”, según el comunicado del Gobierno ecuatoriano, que ejerce la presidencia pro témpore del grupo. Aunque muchas cosas han pasado desde aquella apresurada cumbre que se citó en Bariloche para tratar de salvar la que era una inminente ruptura de la naciente unión, el afán parece ser el mismo: apelar a la soberanía que permite a los países acordar lo que quieran con quien quieran, pero tildar de amenaza a Colombia por ejercer ese derecho.


Por supuesto, los argumentos de nuestra Nación serán recibidos con inventarios rigurosos y críticas como las de Bolivia, cuyo Presidente aún insiste en hablar de “bases imperialistas en Colombia”. Y no sería raro que salieran sólo tímidos comentarios sobre las enormes compras de material bélico, incluidos submarinos de tecnología nuclear, que Brasil pactó con Francia. O sobre los miles de millones de dólares en compras a Rusia y los acuerdos sobre energía nuclear con Irán que realizó el teniente coronel Hugo Chávez en su último periplo.


Infortunadamente, los creadores de Unasur dejaron que la posible unión de Suramérica se desviara hacia la seguridad y los temas militares, atendiendo las exigencias del Presidente de Venezuela. Eso ha marcado la iniciativa, rompiendo el necesario clima de confianza que debe rodearla y llevándola a ser escenario de desagradables confrontaciones verbales, en vez de abrirle paso a temas comunes como la integración económica y las políticas para combatir el hambre y la pobreza que golpea a los pueblos de esta parte del mundo. Por eso el presidente Lula, de Brasil, su principal promotor, ha debido emplearse a fondo para evitar que se protocolice el que ya parece inevitable divorcio, nacido de la desconfianza que se inspiran entre sí algunos de sus doce países integrantes.


Por eso en Quito sólo se hablará de la seguridad y de los convenios en materia de capacidad bélica. Es de esperar que los acostumbrados discursos antiestadounidenses del Alba, el grupo compuesto por Ecuador, Bolivia y Venezuela, dejen tiempo y voluntad para hablar sobre el combate al terrorismo y el narcotráfico, grandes enemigos de la vida, la libertad y la democracia. Y que los llamados a la trasparencia que hace Perú o las invocaciones a priorizar el gasto social que reclama Paraguay no sean contestados de nuevo con las amenazas de cohetes que pueden llegar a 300 kilómetros de Venezuela, anunciados en su última arenga pública por el presidente Chávez.


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