miércoles, 9 de septiembre de 2009

¿Le quedó grande la grandeza?

Por Alberto Velásquez

El Colombiano, Medellín

Septiebre 9 de 2009

¿Será que le está quedando grande la responsabilidad al ex presidente Gaviria de asumir la jefatura de la oposición política en Colombia? Porque una cosa fue el César Gaviria controvirtiendo, con sus cifras y sus conceptos, ante 500 empresarios colombianos, la gestión económica y social del presidente Uribe, y otra, muy distinta, el Gaviria salido de casillas, denigrando de Uribe y alternando en agravios -como en cualquier pelea de comadres- con los ministros del Interior y de Seguridad Social. No se les quedó trapo sucio sin restregar.

En los últimos días el ex presidente Gaviria -quizá ofuscado y nervioso por el hecho de que sus precandidatos presidenciales no suben en el escalafón de las encuestas electorales- ha atacado con ira. Se ha descontrolado en febriles arrebatos. En forma reiterada, ha lanzado graves sindicaciones contra acciones y personajes del gobierno nacional, befas que podrían estar cruzando los límites que separan la injuria de la calumnia. Expresiones como las de que "el Das es una maquinaria delincuencial al servicio de la Casa de Nariño" y de presidir Uribe "un gobierno en el que hay mucha corrupción", quien a su vez "está cometiendo actos de compras de conciencias que son delictivas", son acusaciones que pasan ya de castaño a oscuro. ¿Serán incriminaciones tan temerarias que si no tienen acervo probatorio consistente, se podrían constituir en piezas procesales para abrir investigación penal por calumniosas?

Quizá desde los años 40 y 50 del siglo pasado no se oían cargas de profundidades tan ruidosas y lesivas. Fueron épocas bárbaras cuando liberales y conservadores ensayaban toda clase de estratagemas verbales para desacreditar al opositor. Arengas como las de que "el liberalismo se encuentra armado y si no triunfa en las elecciones irá a la guerra civil", eran respondidas con manifestaciones tan repulsivas como defender el conservatismo "a sangre y fuego". Días después de estas provocaciones y arengas oratorias, la bala zumbaría por entre las curules de la Cámara y se harían levantamientos de cadáveres que prendieron el país por los cuatros costados.

La oposición -y lo hemos repetido muchas veces- hay que ejercerla con dignidad, sobre todo cuando su cabeza principal dirigió la jefatura del Estado. Toda democracia que se respete debe tener una oposición que con sus críticas y observaciones, no sólo haga el control político del Ejecutivo y demás instituciones del Estado, sino que se convierta, con sus ideas y programas, en alternativa real de poder. Sin oposición, las autocracias se estimulan y aparece el caudillismo con el hombre único y providencial, con el programa único, con el partido único y con el pensamiento único, que desplazan el ejercicio de la polémica como razón de ser del libre albedrío.

La oposición, en un país tan sensible emocionalmente como el nuestro, atiborrado de problemas y de crisis, debe ser un ejercicio a base primordialmente de razón y sensatez. Y si la emoción, tan propia de nuestra condición tropical y de herencia española, aflora -porque no somos una sociedad de ángeles- no debe romper las elementales normas de la urbanidad. Sobre todo cuando la debe practicar quien fue ex presidente de la república y que tuvo en su momento figuración en la burocracia internacional.

Le atribuyen al ex presidente liberal Eduardo Santos, al referirse a determinado jefe político -que no había sido consecuente con la responsabilidad que la democracia le había depositado- esta irónica frase: "Fue que le quedó grande la grandeza". ¿Le estará ocurriendo esto a Gaviria con sus apasionados frenesíes?

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