Editorial
EL Heraldo, Barranquilla
Septiembre 2 de 2009
Las advertencias ya no son puras suposiciones, vienen sustentadas por la verificación empírica que recogen a diario de cómo el calentamiento global está alterando visiblemente el comportamiento tradicional de la naturaleza, las mareas, el régimen de las lluvias y hasta las migraciones de las aves.
En estos días se han presentado otras manifestaciones de ese fenómeno con consecuencias trágicas que no dejan lugar a dudas sobre los efectos devastadores que le traerá a la humanidad esa alteración.
Los incendios recientes ocurridos en Grecia y en California son apenas los últimos incidentes cuyos orígenes no son difíciles de rastrear. El hecho de que en el país Mediterráneo las llamas alcanzaran las inmediaciones de Atenas fue una nueva señal de alerta sobre los alcances que puede llegar a tener el cambio climático.
Como esos incendios, son muchas las tragedias que han tenido lugar en otras partes del mundo, pero que no han sido registradas por los medios de comunicación, quizá porque han ocurrido en lugares distantes de zonas urbanas.
Tal vez el desconocimiento de la humanidad de esos hechos explica la relativa indiferencia y negligencia que la gran mayoría de los gobiernos siguen teniendo frente a los anuncios cada vez más reiterados del calentamiento de la corteza terrestre.
Concentrados en superar la actual recesión que sufre la economía mundial, el problema climático ha ido pasando a un lugar marginal en la agenda de los gobiernos de los países más desarrollados que son, por lo demás, los mayores responsables de las emisiones de gases con efectos invernaderos.
La amenaza, sin embargo, de grandes catástrofes es tan real que hace pocos días el secretario general de
Por estos lados del planeta, la temporada de huracanes que empieza por estos días ya se dejó sentir. En el océano Pacífico, frente a las costas de México, el huracán bautizado como Jimena gana cada vez más fuerza y es probable que dentro de poco alcance las costas de
Si eso es en el Pacífico, no tardarán los huracanes que se formarán en el Atlántico y en el Caribe, que avanzarán sin misericordia alguna para golpear los países de la gran cuenca del Caribe, dentro de los cuales se halla Colombia.
Aunque los registros históricos indican que ningún huracán ha golpeado de frente nuestras costas, como lo ha hecho con otros países del Gran Caribe, en más de una ocasión sí hemos sentido sus coletazos con efectos altamente dañinos. Efectos que han tenido esas características por falta de medidas preventivas.
No obstante, sin ser alarmistas, creemos que es hora de diseñar estrategias ante la eventualidad de que en un futuro no muy lejano tengamos la visita de uno de los temibles huracanes que anualmente azotan esta zona geográfica donde nos hallamos ubicados.
Y la razón tiene que ver con el cambio climático al que hicimos referencia, pues todo parece indicar que cada año los huracanes son más intensos y su trayectoria incierta. Así como a veces llegan a golpear las costas de los estados del norte de Estados Unidos, así mismo podría ser posible que se dirijan más al sur de sus rutas tradicionales.
Ello por cuanto el calentamiento global lo que está produciendo son alteraciones difíciles de prever en todo el planeta. Unas veces ocurren en las costas de Chile, otra en las costas de África Oriental, otra en el Polo Norte.
Tenemos que ser conscientes, ojalá más temprano que tarde, de que no estamos exentos de sufrir las consecuencias de esas alteraciones o, incluso, que una de ellas ocurra un buen día en nuestro territorio. Y no queremos que nos sorprenda sin ningún plan de contingencia porque sería mucho lo que tendríamos que lamentar.
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