domingo, 13 de septiembre de 2009

Los Kirchner contra 'Clarín'

Editorial

El Tiempo, Bogotá

Septiembre 12 de 2009


El ambiente contra la libertad de prensa en Argentina lleva varios meses enrarecido. Sin embargo, la copa se rebosó esta semana con el despliegue de 200 inspectores de la autoridad argentina de impuestos, que rodearon las instalaciones del grupo Clarín, el más influyente del país austral.


Aunque desautorizado por el director de la entidad, quien despidió ayer a dos funcionarios, queda la duda de cómo se le da luz verde a una inspección de esta magnitud del diario de mayor circulación sin que los directivos estén enterados. Un ejército de agentes estatales que invaden una sala de redacción no es precisamente una imagen reconfortante para las libertades democráticas en el Continente. Tampoco lo es que este hecho se presente el día en que Clarín publicó una denuncia de corrupción que involucra al director de impuestos.

El operativo -calificado por la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) como "intimidatorio"- se inscribe dentro de una serie sistemática de hostilidades contra los medios de comunicación argentinos desencadenada por la Casa Rosada. La guerra viene desde el año pasado, cuando los medios más importantes apoyaron al sector agrícola en su protesta contra las políticas oficiales.

Las baterías del gobierno Kirchner se enfilaron contra Clarín: agresiones verbales por parte del ex presidente Néstor Kirchner; ataques contra sus dependencias y leyendas callejeras contra sus directivos; y la interferencia de su señal satelital. También se siente la mano estatal en la decisión de los directivos del fútbol gaucho de cancelar el contrato de transmisión del torneo doméstico con el canal de este grupo, para dárselo a la televisión oficial.

Asimismo, la Presidenta está impulsando en el Congreso una nueva ley de medios audiovisuales a toda velocidad, antes de perder sus mayorías al posesionarse los nuevos parlamentarios de las pasadas elecciones, donde el kirchnerismo fue derrotado.

El proyecto implicaría el desmembramiento del conglomerado Clarín y golpearía a otros grupos empresariales.

Además, su sesgo estatista es inocultable y en la práctica pondría a los medios argentinos a depender de las autorizaciones periódicas del Gobierno. Estrategias y hostilidades similares a las empleadas por otros regímenes poco amigos de la libertad de prensa, como el venezolano, el nicaragüense o el boliviano, para reprimir, acallar y perseguir a los medios de comunicación contrarios a sus políticas.



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