Por Jaime Jaramillo Panesso
El Mundo, Medellín
Septiembre 20 de 2009
Cuando los colombianos en 1949 vimos jugar al futbolista argentino Alfredo Di Estéfano,
Hace unos pocos días, en Madrid, Edson Arantes do Nascimento, el Rey Pelé,
Brasil, a un hombrecito con aretes comiéndose las uñas, en un estado angustioso que despierta lástima.
Diego, el director técnico, aliviado de sus vicios y adicciones que le quemaron sus fosas nasales y sus cornetes, no tiene a la mano las voces de Chávez y de Fidel para que soplen al oído los consejos deportivos que requiere en su hora de adversidad, porque sus dos ídolos son beisboleros y nada conocen de quienes juegan con un balón en los pies y en la ‘bezaca’, como señala el lunfardo. El pobre Maradona, con la iglesia que lleva su nombre y su inspiración ególatra, estará rogándose a si mismo, como un dios rioplatense y aporteñado, que irrumpa la inspiración divina en los guayos fatigados de su selección nacional. Y saldrán adelante porque, a pesar de la mano de los Kirchner, que seguramente incidió para que el petizo quedara como Director Técnico, Messi y sus compañeros estarán en el Mundial.
Mientras tanto el Rey Pelé, el mejor de Hispanoamérica en toda la historia del futbol, podrá exhibir sin chicanería su hoja de vida deportiva y ciudadana, ejemplo de vida sana y de caballerosidad. Pelé nació en 1940 en el estado de Minas Gerais y a los once años reclutado para el Santos Futbol Club, donde uno de sus directivos percibió que sería el mejor del mundo, palabras premonitorias del futbolista Waldemar de Brito. Debutó en
Pelé se distinguió por la rapidez en sus desplazamientos en la cancha y sus arqueadas piernas goleadoras. Llegó a marcar ocho goles en un solo partido. Se retiró del deporte en l970, pero fue nombrado embajador internacional para el futbol, donde hizo hincapié en la labor por la paz y el entendimiento entre las naciones y los pueblos. Recibió el Premio Internacional de
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