Por Juan José Perfetti Del Corral
El Colombiano, Medellín
Septiembre 4 de 2009
venía adelantando de tiempo atrás y que, infortunadamente, se había abandonado.
Los indicadores para el sector rural colombiano muestran que la situación social en el campo no ha mejorado de manera importante en el transcurso de la presente década y que, en algunos de dichos indicadores la tendencia reciente es a empeorar. En particular, aunque durante la presente década la tasa de desempleo rural venía disminuyendo del 14% en el 2002 hasta alcanzar casi el 7% a finales de 2007, en el 2008 dicha tasa muestra un quiebre de tendencia y comienza aumentar hasta alcanzar, en uno de los trimestres de dicho año, niveles cercanos al 10%. Sin embargo, al final del 2008, la tasa era del 7,4%.
Finalmente, el índice Gini de desigualdad a nivel nacional muestra que lo poco que se había ganado en esta materia durante los últimos años se perdió en el 2008. Efectivamente, aunque en el año 2003 el índice era de 0,57 y en el 2005 de 0,58, en el 2008 el índice registró un nivel del 0,59, igual al que se tenía en el 2002. Pese a que no se presenta una medición del índice de desigualdad para el sector rural, tradicionalmente éste ha sido alto y no presenta mayores variaciones a través del tiempo, por lo que podría pensarse que, durante la presente década, en este aspecto tampoco se deben haber presentando mejoras significativas.
La situación de crecimiento del sector agropecuario, junto a la de precios de los alimentos y a lo que señalan los indicadores sociales antes descritos, no auguran un mejoramiento de la situación social en el campo colombiano. Por el contrario, cabe esperar un empeoramiento de la situación producto de una baja dinámica de crecimiento sectorial y la caída en el precio de los alimentos. Esto tiene efectos negativos sobre los niveles de empleo y de ingresos rurales y, en especial, en los de los grupos de más bajos ingresos, donde se localizan los fenómenos de pobreza e indigencia.
Infortunadamente, lo que pasa con el bajo ritmo de crecimiento de los precios de los alimentos, aunque beneficia a los consumidores, no es producto de una oferta agrícola vigorosa resultado de importantes ganancias en productividad sino que es resultado de la debilidad de la demanda que hace que se presenten excedentes de oferta. Así, este fenómeno está lejos de ser un gana-gana entre productores agropecuarios y consumidores.
Con todo esto, y ante unas políticas que poco hacen por mejorar la situación social del campo, cabe esperar un aumento de la informalidad en los mercados laborales rurales y un aumento de los cuenta propias que hacen aún más precaria la situación de los ingresos de los hogares rurales pobres.
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