lunes, 21 de septiembre de 2009

Unasur: misión imposible

Por Rudolf Hommes

El Colombiano, Medellín

Septiembre 20 de 2009

Brasil y Venezuela parecen estar aliados en este momento en contra de Colombia, no porque persigan un objetivo común en el largo plazo, sino porque aspirando a dos cosas distintas y posiblemente incompatibles, no les interesa que en América del Sur haya presencia militar de los Estados Unidos.

Esa presencia no encaja con los objetivos de ambos países y por eso se juntan para oponerse a que Colombia admita operaciones militares de Estados Unidos en su territorio. Los dos están en Unasur con el propósito de ejercer un grado de hegemonía económica, política y hasta militar en el continente.

Brasil debe estar pensando en una pax brasileña para América del Sur y Chávez no esconde su propósito de unificar los antiguos países bolivarianos y someterlos al modelo socialista que ha ido imponiendo en Venezuela, que últimamente ha adquirido alarmantes características nacional-socialistas.

Brasil está pasando por un momento muy interesante de su historia, pues está ingresando a las ligas mayores: Figura con Rusia, India y China, en el grupo de los países que podrían convertirse en las potencias dominantes de sus regiones.

De hecho, Rusia lo ha sido durante siglos y está en ese grupo porque ha sufrido un retroceso temporal. China e India ya son potencias militares y países aceptados en el club atómico. El que menos pesa en ese grupo BRIC es Brasil y ahora está preparándose para hacerse sentir y se está armando, como todo país que se propone tener influencia, para aumentar la capacidad y el alcance de su intervención.

La situación de Brasil en este momento no es disímil de la de Estados Unidos a principios del siglo XX cuando le arrebató a España sus colonias, saboteó la inversión francesa en el Istmo, desbarató el bloqueo naval de Alemania a los puertos venezolanos, reafirmó la doctrina de Monroe, intervino descaradamente en México y Centro América, y se tomó a Panamá en la transición entre potencia menor y gran potencia. Brasil está en eso, quizás con una cara más amable. No quiere otras potencias dentro del que aspira tener como su campo de acción. Y la unión bolivariana que persigue Chávez, con Venezuela a la cabeza, nunca podrá serlo si Colombia permanece aliada a Estados Unidos.

A esto hay que añadirle que en Venezuela, aún cuando gobernaban amigos cercanos de Colombia, subsistía un nivel alto de recelo de nuestro país.

Colombia no tiene ambiciones geopolíticas explícitas; hasta ahora ha defendido su territorio acudiendo a la diplomacia y solamente una vez, en más de cien años, con las armas.

Nuestro jefe de Estado no ha mostrado interés en la geopolítica, a pesar de que esas proclividades son propias de líderes autocráticos nacionalistas. Lo que sucedió con el ataque al campamento de Raúl Reyes y con las capturas de miembros de la guerrilla colombiana en territorio de otros países, a pesar de ser claramente violatorio de las reglas internacionales vigentes y de haber roto la tradición legalista de Colombia en política internacional, puede entenderse como reacción, ojalá puntual a la percepción o sospecha de complicidad o excesiva tolerancia de los gobiernos vecinos con la guerrilla, más que como una agresión.

Si Chávez no da señales de querer mejorar las relaciones y si Brasil sigue mostrando el cobre después de haber dejado ver su juego, el gobierno de Uribe no va a ceder a las pretensiones de esos países. Con tres de los principales miembros de Unasur persiguiendo objetivos irreconciliables, esa organización solamente tiene futuro como sitio para ir a hablar, sin posibilidad de llegar a acuerdos. Y la región seguirá sufriendo las consecuencias económicas del desacuerdo

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