Por Mario Fernando Prado
El Espectador, Bogotá
Septiembre 18 de 2009
PARODIANDO LA CELEBÉRRIMA frase del maestro Echandía, “El poder para qué”, podríamos preguntarnos lo propio en torno a la utilidad de la opinión, referida ésta a los cientos de columnistas y calumnistas que día a día colman las páginas editoriales de nuestros diarios y revistas con abiertas y francas posturas antirreeleccionistas.
Además de ellos, los entrevistadores, los cargaladrillos —término por demás ultrajante— y cuanto comentarista tiene espacio, engrosan ese ejército de opinión que uno creería capaz de enrutar o encauzar a la opinión pública, cuando no manejarla y/o manipularla.
Pero no. Mientras que esta horda de periodistas de todas las pelambres dice no, los receptores de sus mensajes a quienes dirigen sus diatribas, pocas bolas les paran y dicen sí.
Ni en los más aciagos momentos del gobierno de Samper se había visto y leído tanta alevosía contra un mandatario. El todos a una jamás lo habíamos presenciado con tanta sevicia como lo soporta en estos momentos el gobierno de Uribe.
Sin embargo, insisto, poco o mejor nada se ha conseguido. Por el contrario, el nivel de aceptación y preferencia por el Presidente y su reelección alcanza cifras anonadantes e irrebatibles: más de un ochenta y pico por ciento es la respuesta a los ríos de tinta que, o no los leen o poco importan, en una desintonización entre escritores y lectores que da para un análisis bien profundo.
Mientras tanto hay que anotar que los columnistas de opinión, que serán máximo 500 en todo el país, están tacando burro en su desacreditación y en sus conceptos contrauribistas y contrarreeleccionistas, y más aún los miles de foristas que les apoyan y la mayoría, esos sí irresponsablemente, insultan, denigran, ofenden y provocan: Todo eso “vale huevo” frente al fervor, respaldo y confianza hacia el primer mandatario de los colombianos.
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