viernes, 14 de agosto de 2009

Bases, soberanía, seguridad...

Por Álvaro Valencia Tovar

El Tiempo, Bogotá

Agosto 14 de 2009

Lo primero, es necesario precisar los términos para evitar interpretaciones equivocadas y deducciones a priori. Se entiende por base una instalación permanente con comando local, presencia de fuerzas con capacidad de combate y un objeto o propósito definido. Tal el caso de Manta en el Ecuador, donde además de estos conceptos, el comando era ejercido por Estados Unidos. No siempre el objetivo de la base tiene visión bélica. Las hay logísticas, de entrenamiento, entre otras. Del término tropas, también se abusa. Militarmente tropas implica organizaciones de combate. En el convenio con Estados Unidos, aún en gestación, no habrá ni bases ni tropas norteamericanas. Donde sea necesario, instalaciones para el personal gringo no combatiente sino de carácter técnico, en cifras no superiores a las convenidas para el Plan Colombia, dentro de cuyos parámetros generales puede concebirse el acuerdo en cuestión.

El propósito de permitir el uso de bases militares colombianas para la operación de aeronaves norteamericanas es bien claro: estrechar las relaciones de cooperación colombo-americanas en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, que no son problema de nuestros dos países sino de un mundo globalizado que sufre sus efectos pero no participa en el esfuerzo por su erradicación. No es lo mismo coordinar operaciones ni mucho menos llevarlas a cabo dentro de criterios conjuntos, entre el Comando Sur de Estados Unidos en Fort Benning, Georgia, con el mando colombiano, qaue hacerlo entre niveles operativos yuxtapuestos.

Tales niveles no afectan el comando colombiano de acciones combinadas. Tenemos la capacidad de asumir la responsabilidad de tales acciones, demostrada en casos recientes de perfección y eficacia que hablan por sí mismas.

Pasando a la delicada cuestión de soberanía nacional, en nada se afecta la de Colombia, por las razones expuestas. Aunque nuestra alianza con Estados Unidos no tiene carácter contractual, lo es de facto, con manifestaciones tales como el Plan Colombia, que en ningún momento puede considerarse lesivo de nuestra soberanía, pues no incluye ni presencia de combatientes ni declinación del mando colombiano. Los Estados Unidos tienen verdaderas bases en países de Europa y el Asia Menor que no son miembros de la Otan pero sí requieren niveles de seguridad y defensa que no pueden proveer por sí mismos, sin que por ello consideren afectada su soberanía.

En tales circunstancias, la alharaca pungente e insultante que nuestros dos vecinos chavistas han suscitado como amenaza para su seguridad, no pasa de simple pretexto, sobredimensionado por suposiciones tan absurdas como la de que la presencia militar estadounidense es la cortina para una agresión desde territorio colombiano, para la cual se ha acumulado ya un poder militar impresionante. Acusaciones sin asidero alguno, pero que repercuten de inmediato sobre intereses económicos comunes y afectan la vida y el trabajo de miles de ciudadano de los tres países.

Cabe el interrogante: ¿qué o para qué utilizar tan infundados pretextos en una situación de por sí tensa en el ámbito internacional? Simplemente porque los mandatarios vecinos se vieron acorralados por informaciones que materializaban sin lugar a dudas el apoyo extendido a las Farc, organización universalmente calificada de narcotraficante y terrorista. Aquí la espuma oculta el agua. Lo saben los protagonistas del escándalo, pero no sus huestes cautivas. Lo saben también las fuerzas consistentes pero silenciadas de oposición. Lo confunde la opinión internacional proclive a considerar los tres gobiernos como responsables en igual medida por las tensiones vecinales. De ahí la necesidad y la conveniencia del viaje explicativo del presidente Uribe Vélez para tratar entre Jefes de Estado una realidad distorsionada por desconocimiento o tergiversación.



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