Por Jaime Jaramillo Panesso
Agosto 13 de 2009
¿Qué les ocurriría a Teodoro Petkof y algunos líderes del Copei o de Acción Democrática o del movimiento universitario venezolano si resolvieran, por su propia determinación, visitar al Presidente Uribe y exponerle sus quejas, sus cuitas y sufrimientos por el gobierno chavista? ¿En cuál paredón de la palabra fulminante y acusadora, emitida por el coronel presidente, quedaría una delegación de la oposición venezolana que en estos días viniera a Colombia a dar señales de solidaridad con nuestro gobierno y su política internacional? Pues serían sometidos al escarnio público y ofrecidas sus cabezas a los grupos paramilitares que llevan el nombre de “círculos bolivarianos”, los mismos que asaltaron y agredieron al personal de trabajadores de Globovisión en Caracas o los mismos que desde un puente dispararon contra una marcha contraria al gobierno, modalidad que se parece en mucho a las SS de Hitler en Alemania.
El mandato constitucional en Colombia, artículo 188, dice: “El Presidente de
El oportunismo por encima de la patria. La perversión política por encima de los intereses de la nación. Bien lo dijo María Emma Mejía, quien ejerció el Ministerio de Relaciones Exteriores y fue embajadora, al rechazar esa propuesta de gira rodillona y bullosa, que ella respetaba el mandato constitucional. Inclusive el jefe del Partido Liberal, siempre con su delicada voz, César Gaviria, cerró filas, al igual que Andrés Pastrana, en torno a la exigencia natural de unidad nacional en la política internacional. No es para menos. El único logro de los filochavistas, a los cuales se suma el gobernador de Santander, Horacio Serpa, es el tiquete de regreso a Bogotá del embajador venezolano, el mismo que coadyuvó el grosero comunicado contra Colombia, publicado en El Tiempo, en los momentos más difíciles y gracias a la libertad de expresión que defendemos los colombianos. Mientras tanto, el Llanero Solitario cabalga y cabalga.
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