domingo, 2 de agosto de 2009

El diario de "Raúl Reyes"

Por Rafael Nieto Loaiza

El País, cali

Agosto 02 de 2009

Desde la crisis desatada por el bombardeo a ‘Raúl Reyes’ en Ecuador no vivíamos una situación internacional tan difícil. Su análisis amerita varias cuartillas. A falta de ellas van puntillazos:


Las pruebas de las relaciones de Quito y Caracas con la guerrilla son innegables. Por un lado, la entrega de lanzacohetes a las Farc. Por el otro, el diario de ‘Reyes’, al que no se le ha hecho suficiente divulgación, vuelve a probar lo que dicen los computadores del jefe guerrillero y ‘Jojoy’ en su video: las Farc aportaron a la campaña de Correa; ministros, viceministros y funcionarios de su gobierno llegaron a acuerdos con la guerrilla; el narcotráfico y el llamado intercambio humanitario fueron sus ejes; y el campamento de las Farc en Ecuador estaba ahí con el conocimiento y la complacencia del Ministro de Gobierno y luego de Seguridad de Correa.


El diario vuelve a probar que si Colombia hubiera avisado de la presencia de Reyes en Angostura sólo se hubiera facilitado su fuga. Y que era imposible obtener de Carondelet cooperación alguna para luchar contra la guerrilla. En la mejor de las hipótesis, el palacio presidencial de Ecuador estaba infiltrado en el nivel ministerial por las Farc. En la peor, Correa lo sabía. El ataque al campamento era el mal menor. Neutralizaba a ‘Reyes’, daba un golpe mortal a las Farc y obligaba a Correa a terminar cualquier lazo de su gobierno con la guerrilla.


Ahora bien, ninguna situación de coyuntura (ni el acuerdo de cooperación aún no firmado con los gringos, ni la divulgación del video de ‘Jojoy’ y el diario de ‘Reyes’, ni el escándalo de los lanzacohetes) explican lo que está ocurriendo. Sólo el reconocimiento de las motivaciones geoestratégicas permite entender y enfrentar el desafío. La “revolución socialista del Siglo XXI” es un proyecto expansionista en grado sumo y radicalmente contrario a la ideología del Estado colombiano. El abismo no se abre con Uribe sino con el modelo de estado de derecho y de democracia representativa, consagrado por nuestra historia y por la Constitución del 91. Cualquier otro gobierno estaría en condiciones similares de riesgo y vulnerabilidad.

Más allá de los aparentes “buenos momentos”, Colombia debe reconocer que el objetivo de la trinca chavista es la caída del régimen colombiano. En algunos casos la táctica es descarada, como con la propuesta de otorgamiento del estatuto de beligerancia a las Farc hecha por el Teniente Coronel y la Asamblea Nacional venezolana, y en otros es soterrada, como con la provisión de armamento a la guerrilla, la protección de sus comandantes o el acuerdo para la instalación de campamentos en sus territorios.

Esa realidad obliga al Estado a prepararse para enfrentar las agresiones de los grupos violentos, el narcotráfico y las amenazas internacionales. Colombia tiene que contar con poder para neutralizar a los enemigos internos y con capacidad disuasiva suficiente para desalentar aventuras desde el exterior. Aunque los riesgos de una guerra no son actuales, la hipótesis de un conflicto simultáneo con Venezuela, Ecuador y Nicaragua no es fantasiosa. Ya no podemos darnos el lujo de concentrarnos sólo en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. A las demandas de seguridad hay ahora que sumar las de defensa nacional.

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