domingo, 23 de agosto de 2009

Justicia mediática

Por Salud Hernández

El Tiempo, Bogotá

Agosto 23 de 2009

Yo no sé si el general Maza Márquez tenga algo o nada que ver con la muerte de Galán. Lo que parece sospechoso y preocupante es que el último día, en la última hora, veinte años después, la Fiscalía venga a desempolvar declaraciones, imágenes y tesis más o menos peregrinas para contentar al orfeón mediático.

Las televisiones repitieron al infinito el atentado de Soacha, haciendo énfasis en el hecho de que los escoltas, que había cambiado días antes, no se subieron a la tarima, prueba contundente, según algunos, de la complicidad del ex director del DAS con los asesinos. La conclusión que uno modestamente saca, tras ver las grabaciones una y otra vez, es que el evento en sí fue un absoluto despropósito. Hasta el sicario más inepto habría cumplido su cometido.

Con lo amenazado que estaba Galán, nadie con dos dedos de frente habría dado luz verde a una concentración incontrolable, con medidas de seguridad irrisorias, que convertían el lugar en una ratonera. Ocurrió en Soacha, pero hubiera pasado en cualquier otro sitio porque papaya es lo que daban.

Otro argumento que escuchamos es que Maza Márquez desvió la investigación hacia Hasbún, pero fue la Dijín la que inició las averiguaciones. Y, en todo caso, la decisión de enviarlo a prisión de forma injusta le correspondió a un juez, que valoró las pruebas, a cual más débiles, desechó las que aportaba el acusado y, por si fuera poco, la Procuraduría avaló la condena. Otra actuación movida por la presión mediática.

Tampoco es comprensible que dos décadas más tarde César Gaviria destape una información que debió revelar en su día. Tiene razón Ernesto Samper al reprocharle su largo silencio y la repentina recuperación de memoria, traspasándole a él la culpa. Un ex presidente no es cualquier ciudadano y si estaba convencido de que el general, elevado a la condición de héroe nacional, trabajaba para el cartel de Cali, no bastaba con apartarlo del puesto. Su deber era aportar el dato al fiscal de turno y no cabe excusa alguna para callarse.

Además, tienen gracia los gringos al advertir de la supuesta cercanía de Maza Márquez con los Rodríguez Orejuela. ¿No fueron ellos y el Estado colombiano quienes se aliaron con los 'Pepes' y los mafiosos caleños para acabar con Pablo?

Otro aspecto aireado en los medios el día del vigésimo aniversario del magnicidio fue el relativo a la doctrina de Galán. Incontables voces reiteraron que murió la figura pero perduró su legado, esto es, su firme y decidido combate contra la corrupción y los narcotraficantes. Nada resulta menos cierto. La extradición la prohibieron entonces, es decir, cedieron ante el terror; el proceso 8.000 demostró los nexos de buena parte de la clase dirigente con la mafia, y la 'parapolítica' evidenció que esa mezcolanza seguía viva.

Y no digamos la corrupción pura y dura. El senador Alirio Villamizar es el último ejemplo de que no ha disminuido. Que le dieran una notaría entra dentro de la lógica de un sistema político que se sostiene con la repartija de puestos y unos organismos estatales que fomentan la dedocracia. Lo abusivo es que sea tan pícaro como para exigir a su amiga notaria un porcentaje de las ganancias, como ella misma ha confesado.

El descubrimiento de los mil millones en metálico que guardaba el citado senador en su casa dejó sin piso una protesta justa de sus compañeros congresistas, sobre todo de Nancy Patricia Gutiérrez, hastiados de que la Corte Suprema emplee armas jurídicas con el propósito de amedrentar a los "reeleccionistas".

En fin, que para erradicar costumbres podridas necesitamos el liderazgo, las ideas y la determinación de un Galán, pero el compromiso de legisladores y jueces. Los tres poderes estatales padecen males congénitos, que solo podrán sanar si asumen que están enfermos, que comparten vicios y culpas y que el tratamiento requiere ceder privilegios y reinventar el sistema.

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