Por Florentino Portero
El Diario de América, Nueva York
Agosto 5 de 2009
Europeos y norteamericanos quisieron hacerse ilusiones sobre lo que podría ocurrir en las elecciones iraníes. Dieron por hecho el deseo mayoritario de quitarse de en medio a Ahmadineyad pero no calcularon la disposición a realizar un pucherazo electoral. De la misma forma que las tostadas suelen caer con la mantequilla hacia abajo, las carambolas en política tienden a desvanecerse cual sueños sin fundamento.
Obama dio de plazo hasta septiembre para que el Gobierno iraní aceptara su oferta de iniciar un diálogo estratégico, que concluyera con su renuncia a disponer de capacidad nuclear para fines militares. Hoy es un secreto a voces en Washington que nadie en la nueva Administración se hace ilusiones sobre el resultado de esta iniciativa de Obama, tan atractiva para las masas como carente de viabilidad. Valió para ganar votos, pero nada más.
Sea cierta o no la información publicada en «The Times» sobre el grado de desarrollo del programa nuclear, todos sabemos que están en el umbral de lograr su objetivo. El régimen de los ayatolás puede estar orgulloso de haberse impuesto a europeos y norteamericanos, poniendo una vez más en evidencia hasta qué punto sus amenazas eran sólo palabras. El régimen de no proliferación ha mostrado sus debilidades, al no lograrse una posición común de los grandes que disuadiera a los ayatolás. Bien al contrario, Rusia y China han practicado un alarmante doble juego, condenando el programa al tiempo que reforzaban sus lazos con Irán.
Sólo nos queda esperar que den el último paso. Entonces entraremos en un nuevo capítulo de la Historia. Mientras tanto, los estados del Golfo ya han pedido sistemas de defensa antimisiles, Washington ha advertido a Teherán de que reforzará las capacidades de sus vecinos y la U.S. Navy se dispone a desplegar su sistema Aegis en la zona.
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