El País, Cali
Agosto 8 de 2009
La coyuntura colombiana es difícil. Por un lado está Chávez y por el otro el Gobierno de Obama. El primero, en una carrera armamentista que debería preocupar al continente. Entre los años 2005 y 2008 hizo acuerdos con Rusia para obtener armas por un valor de US$4.400 millones. Entre lo comprado se incluyen 24 aviones Sukhoi SU con armamento, 100.000 fusiles de asalto AK-47, 5.000 de Dragunov de alta precisión y la construcción en Venezuela de centros de adiestramiento y de mantenimiento para los equipos.
Ahora, con la tensión surgida a raíz de las bases americanas en Colombia, Chávez anunció nuevas compras de armas a Rusia, por lo que utilizará el acuerdo mediante el cual Moscú le dio crédito por US$1.000 millones. Otra de las amenazas que hizo el Mandatario es que agilizará la conformación de la Milicia Nacional Bolivariana. Un ejército que está siendo reclutado, armado y entrenado en estos momentos, conformado por civiles para defender la revolución de filosofía antiimperialista, y que depende directamente del Presidente.
Chávez sostiene que esas armas y los poderosos ejércitos son necesarios para protegerse de la amenaza norteamericana (que en su versión tomó parte en el golpe de 2002). Es una buena disculpa, sin bien no hay evidencias de que EE.UU. esté buscando derrocarlo y mucho menos invadir a Venezuela. Lo que sí tiene muchas pruebas es que el proyecto chavista -que bajo ninguna circunstancia puede llevar el título de bolivariano, pues deshonra la memoria del Libertador- es expansionista. Desea ver a toda Suramérica integrada bajo el modelo del socialismo cubano. Una amenaza que nos parece real. Si Chávez tiene derecho a tener paranoia contra EE.UU., nosotros tenemos derecho a sentir que su carrera armamentística y su proyecto son un peligro para la democracia colombiana.
Las bases americanas en nuestro territorio nos cubren con el velo ilusorio de que estamos respaldados y que una invasión venezolana podría disuadirse. Digo que se trata de una fantasía, pues los gobiernos americanos son pragmáticos en sus decisiones y no debemos esperar lo que no se aproxima. Obama empezó su campaña descalificando a Colombia, el TLC y el Plan Colombia. Y a pesar de los ajustes, no hay TLC; EE.UU. no nos vende armas importantes, como los aviones F16 que sí le vendió en los años 80 a Venezuela; y ante las pruebas que vinculan a Chávez con la mafia y con los terroristas de las Farc, no se ha pronunciado ni tomado medidas -que sí tomó contra Colombia durante el gobierno Samper, cuando nos descertificó y bloqueó nuestros productos. Si EE.UU. tuviera tantos reparos contra Chávez como él pretende, ¿qué hacen comprándole a Pdvsa 24.09 millones de barriles al año? Compras que además van en aumento. ¿Y qué hace Chávez vendiéndole al imperio su petróleo?
Debemos ser pragmáticos y entender que las bases americanas en nuestro territorio son una forma de disuadir el intervencionismo de Chávez y arremeter contra los relictos de las Farc y el narcotráfico, pero nada más. Por eso resulta positiva la gestión de Uribe, quien ha logrado el respaldo a nuestra soberanía de tres de los cinco países visitados. No podemos arriesgar nuestra democracia ni nuestra soberanía, pero tampoco los pocos ‘amigos’ en el continente.
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