lunes, 3 de agosto de 2009

Nuestra timidez internacional

Editorial

El Mundo, Medellín

Agosto 3 de 2009

Es obligatorio preguntarse si los periodistas en Colombia han asumido como propia la actitud timorata que en varias oportunidades le hemos criticado a la Cancillería.

La más reciente crisis desatada por los presidentes Hugo Chávez y Rafael Correa ha puesto en evidencia, entre muchos otros síntomas, algunas de las confusiones que aquejan al periodismo nacional. Por ejemplo, nos inquieta que en aras de una pretendida objetividad, que parece confundirse con equilibrismo entre los opuestos, importantes medios de comunicación colombianos han abierto generosamente sus espacios informativos a los insultos, agresiones, críticas y refritos de nuestros enemigos. Nos parece que hasta ahora esos medios no perciben que son usados para casar peleas y eludir los canales diplomáticos, menos útiles para los afanes de vitrina pero más eficaces para construir relaciones exteriores de largo plazo.

Hasta ahora asistíamos, ya con resignación, a ver a los medios audiovisuales en su papel de canales dispuestos para los enemigos de Colombia. Pero a ellos se ha sumado El Tiempo, que sorprendió a sus lectores con una generosa entrevista al presidente Rafael Correa, ampliamente desplegada en su edición dominical. En ella, la corresponsal en Quito del mayor diario nacional acudió a una cita trascendental con un gobernante hostil, no para tratar de aclarar sus múltiples y evidentes vacíos y contradicciones en el tema de sus relaciones con las Farc o de inquirirlo por sus amenazas y actos agresivos contra Colombia, sino para servir como notaria de las respuestas a un cuestionario que más parecía un publirreportaje que una entrevista.

Ejemplos de la debilidad de la periodista aparecen en el despliegue a las recalentadas recriminaciones por el ataque al campamento del alias Raúl Reyes, como si esa diferencia no hubiera quedado resuelta en los foros internacionales en los que Colombia ofreció explicaciones suficientes de los hechos y presentó disculpas al pueblo ecuatoriano y la omisión total de interrogantes sobre sus varias demandas contra Colombia o el apoyo a la absurda orden de captura a nuestro ex Ministro de Defensa. La entrevistadora, además, le abre las puertas al presidente Correa para que meta sus narices en la campaña electoral colombiana (¡!) y lo deja hacerlo nada más y nada menos que descalificando a uno de sus más respetados participantes, el doctor Juan Manuel Santos.


La debilidad y complacencia del diario El Tiempo con tan amplio reportaje, contrasta con el rigor con que importantes periódicos internacionales abordaron este fin de semana el tema, con la intención de desentrañar sus raíces más profundas y pedir explicaciones sobre los aspectos oscuros de ese conflicto. Así lo hizo The Washington Post con su reclamo, en el editorial del viernes pasado, para que el gobierno del presidente Obama investigue los nexos del presidente Chávez con organizaciones terroristas. Y también por el diario El País, de Madrid, del que no sobra recordar que es abierto simpatizante con el Partido Socialista Obrero Español, al dejar en evidencia los vacíos que deja el presidente Correa cuando intenta explicar sus relaciones con las Farc.


Ante estas realidades, es obligatorio preguntarse si los periodistas en Colombia han asumido como propia la actitud timorata que en varias oportunidades le hemos criticado a la Cancillería y en la que esta insiste a pesar de que ya no sólo nos ha valido tener que soportar las repetidas groserías de los tradicionales gritones (Chávez, Correa y Ortega) sino que parece estar abriendo puertas a los que hemos considerado amigos para que se sobrepasen en su trato a Colombia.


En el episodio actual no hemos sido sorprendidos con las nuevas irreverencias de los presidentes Chávez y Correa. Son los mandatarios Lula Da Silva, de Brasil, y Michelle Bachelet, de Chile, a quienes hemos considerado como amigos, los que nos parece que se han sumado a la campaña anti-colombianista y, de paso, les están ofreciendo a nuestros agresores argumentos renovados para sus cortinas de humo. Los presidentes Lula y Bachelet se han equivocado con sus declaraciones públicas de disgusto por el acuerdo de seguridad que negocian Colombia y Estados Unidos y han agravado su error al pretender la comparecencia, casi en calidad de reo, del presidente Uribe en la cumbre de mandatarios de Unasur, a realizarse el 10 de agosto. Por supuesto, todos los gobiernos, y sobre todo los amigos, tienen pleno derecho a pedir información sobre la presencia de tropas internaciones en un país vecino, pero también es claro que como gobiernos amigos que son, cuentan con todas las instancias diplomáticas para hacer sus preguntas y formular observaciones. La notificación a través de los medios de comunicación de su interés por someter a Colombia a una encerrona de contradictores fue una mala jugada de esos amigos en la que ha insistido el canciller Amorin.


Entre tantas decisiones tímidas de la diplomacia colombiana, percibimos con interés la notificación del presidente Uribe y el canciller Bermúdez de que ningún funcionario de alto rango asistirá a la cumbre del 10 de agosto en Quito. Recibimos ese anuncio, todavía formulado en tono menor, esperanzados en que sea la primera manifestación de la firme determinación del Gobierno Nacional por hacer valer sus justos reclamos a los vecinos para que se comprometan a respetar los esfuerzos colombianos por conquistar la seguridad nacional, amenazada por los amigos de los presidentes Chávez y Correa.

No hay comentarios: