Por Rafael Nieto Loaiza
El País, Cali
Agosto 09 de 2009
Los dos fueron a ofrecerle sus voces a Chávez, como si el verborréico orangután no tuviera suficiente con la suya propia, que atosiga y se desborda, fascinados como están con él los medios (está probado que la agresividad y la grosería del bravucón venden). A su salida de Miraflores, los dos fungieron como muñecos de ventrílocuo del Teniente Coronel. Y nos contaron, como si no nos lo hubiera hecho saber de mil maneras, que “se siente maltratado” porque no fue informado en forma previa del acuerdo en ciernes con los Estados Unidos para la lucha conjunta contra el terrorismo y el narcotráfico.
A ninguno de los dos se le ocurrió que esos acuerdos son propios de la soberanía de los estados y que si en Colombia habrá 800 soldados norteamericanos en siete de nuestras instalaciones militares, en Europa hay 80 mil en decenas de bases que sí son gringas y nadie se escandaliza. Y que Colombia no debía dar explicaciones a nadie, sino cuando lo considerara oportuno y en sus términos y condiciones.
Tampoco consideraron que el acuerdo no es una opción, sino una necesidad en las actuales circunstancias de lucha contra el narcotráfico y el terrorismo. Y que esa necesidad se ve aumentada por cuenta del refugio y el apoyo que Caracas y Quito brindan y han brindado a las guerrillas colombianas y por su negativa a coordinar con nuestras Fuerzas Militares y de Policía acciones en las zonas de frontera. Si alguien debe explicaciones no es Colombia, que en su actuar nada ha hecho incorrecto, sino los dos gobiernos vecinos, que con su conducta violan una y otra vez el principio de no intervención y las prohibiciones impuestas por el Derecho Internacional de no tener interlocución con irregulares de otros países y de no colaborar con grupos que cometen actos terroristas.
El par olvidó que, además, Chávez vería en cada una de sus visitas una muestra de debilidad interna. Y que aprovecharía para meter cuña en lo que debería haber sido un monolítico frente común en Colombia. No tengo duda alguna de que Samper y Córdoba sabían bien lo que hacían. Tendrán muchos defectos, algunos insoportables, pero tontos no son. Saben, porque para mal de este país uno fue su presidente y la otra es parlamentaria, que es al Jefe de Gobierno y no ha ninguno otro a quien le corresponde la conducción exclusiva de las relaciones internacionales del país. El Teniente Coronel supo explotar el afán de protagonismo del ex presidente, siempre ansioso por encontrar dónde dar lustre a un nombre que él mismo se encargó de mancillar. Y buscó, una vez más, impulsar políticamente a
¿Chávez los llamó o fueron Samper y Córdoba los que buscaron, por decisión propia, la cita con el venezolano? Intuyo que fueron ellos los de la iniciativa. En cualquier caso y a estas alturas, conocido como es el talante y el cinismo de ambos personajillos, no debería sorprendernos.
Y sin embargo, ¡qué contraste entre esta actitud infamante y la dignidad de César Gaviria, él sí es un verdadero estadista, que anunció en estas horas aciagas su apoyo irrestricto al presidente Uribe, su opositor político! ¡Y qué contraste entre la mezquindad de aquellos y el sentido de Patria de los empresarios que, siendo los que más sufren al Teniente Coronel, anunciaron, como debe ser, la subordinaron de sus utilidades a los intereses nacionales!
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