Por Luis Guillermo Restrepo
El País, Cali
Agosto 09 de 2009
Menudo lío el que se armó por el acuerdo entre Colombia y los Estados Unidos para utilizar las instalaciones militares en nuestro país. Y afortunada la forma en que el presidente Álvaro Uribe lo ha enfrentado, dando la cara y conteniéndose frente a la gavilla que le armaron Chávez y sus secuaces.
Viéndolo bien, no sorprende el escándalo de Chávez, Correa y demás correligionarios. Si de lo que se trata es de controlar el narcotráfico, ¿no es cierto que una gran proporción de lo que se produce en Colombia sale por Venezuela y Ecuador? Si el asunto es combatir el terrorismo, ¿no son acaso las Farc los grandes terrorista de la región? Y ¿no son acaso las Farc los mayores productores de cocaína en el mundo?
¿Y qué tienen en común Chávez, Correa y las Farc? Eso ya está claro. Basta ver el video del ‘Mono Jojoy’ o los lanza cohetes suecos, así Chávez mienta afirmando que se los robaron hace catorce años. Con otro ingrediente: que los tres están interesados, no en tumbar a Uribe, sino en destruir la democracia en Colombia para imponer el movimiento bolivariano, vieja aspiración de la guerrilla que ahora es reciclada con los dólares del petróleo venezolano.
En esas condiciones, lo lógico era desnudar las intenciones del combo con respecto al narcotráfico y a la guerrilla. Porque está demostrado que las Farc se apoderaron del negocio y no lo dejarán mientras tengan la colaboración del extranjero. Es decir, mientras haya quién les compre, quién les preste su territorio, quién les suministre armas y quién quiera destruir la democracia en Colombia. O sea, mientras Chávez y Correa se hagan los pendejos.
Pero además de la discusión sobre la libertad de Colombia para acordar lo que quiera con quien quiera, está la batalla mediática. Ese es el terreno de Chávez y Correa. Y el de Uribe, que con su gira se anticipó a la celada en la reunión de Unasur, con Correa como anfitrión y Presidente. Sí, el que no cesa de amenazar con guerras, que pide el desmonte de
El caso es que Uribe se bate defendiendo el acuerdo, mientras Estados Unidos trata de escurrir el bulto. En tanto el Presidente de Colombia enfrenta las críticas, su contraparte, Barack Obama, apenas lee el párrafo que alguien le elaboró, como si no tuviera nada que ver. Y su embajador, locuaz, agudo y simpático, hace un chiste de vez en cuando. Nada más. ¿Arrogancia? ¿Afán de congraciarse con Chávez? ¿Vergüenza por lo de imperialista? ¿Imperialista de verdad el señor Obama?
Hay algo que no cuadra. Se supone que ambas partes deben defender el acuerdo al que llegaron porque ambas son cuestionadas. Pero eso no está ocurriendo. Y desagrada que sólo cuando el canciller del Brasil reclama mientras afirma que lo de los misiles suecos no tiene importancia (!), le mandan a un asesor para que le explique. Ni siquiera aparece doña Hillary Clinton.
El origen de la pelotera son los Estados Unidos y su Gobierno no puede argumentar que los demócratas son distintos a Bush. Por el contrario, ahora son acusados con más énfasis. Es la respuesta de Suramérica al abandono. La arrogancia es su peor enemigo y nada bueno resulta de dejar solo a Uribe defendiendo el acuerdo. Por eso hay que preguntar dónde están los gringos.
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