miércoles, 3 de junio de 2009

Cuba, una piedra en el zapato

Editorial

El Mundo, Medellín

Junio 3 de 2009

O están cañando o son unos tramposos los señores del Alba, cuando pretenden desconocer un mandato tan categórico.

La 39a Asamblea Anual de la OEA, que sesiona esta semana en San Pedro Sula, Honduras, y que fue convocada bajo la advocación de la “No violencia” como punto central de la agenda, habida cuenta del auge de la delincuencia y la creciente criminalidad organizada que afecta a la inmensa mayoría de sus miembros, se vio sin embargo dominada ayer por la discusión acerca del eventual retorno de Cuba al seno de la organización, sin que, al caer la noche, los 34 cancilleres lograran acuerdo sobre una resolución de consenso. 

Para entender el embrollo en que están metidos los representantes de las democracias del continente hay que recordar que, por Resolución de la Asamblea de la OEA, celebrada en Punta del Este, en 1962, Cuba fue expulsada de la organización hemisférica por su manifiesta adopción del “marxismo-leninismo”, su alianza con la Unión Soviética y su abierto apoyo político, militar y económico a las guerrillas filocomunistas, entre otras las de Colombia. 

Aunque los tiempos han cambiado y las circunstancias geopolíticas son muy distintas – la más importante de todas, sin duda, es el hecho de que hoy los países de la región, con excepción de EEUU, han formalizado sus relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba; faltaba El Salvador, y el lunes lo anunció el presidente Funes, en forma por demás efectista en su discurso de posesión – llama la atención que sean los camaradas del “socialismo del siglo XXI”, reunidos en el llamado Alba – Chávez, Zelaya, Ortega, Morales, Correa, y sus aliados en el Caribe: Dominica, San Vicente y las Granadinas y Guyana – los que proponen, a rajatabla, derogar aquella resolución, dizque para “reparar ese error y esa infamia contra el pueblo de Cuba”, como lo proclamó el presidente anfitrión, Manuel Zelaya, al instalar la Asamblea, incurriendo, a renglón seguido, en una flagrante contradicción: “Cuba no regresa a la OEA. Primero se caen el cielo y la tierra y se desaguan los mares, antes de que Cuba regrese a la OEA. No es ese el plan y eso debe quedar muy claro a la opinión pública y son palabras que no las estoy diciendo yo, las ha dicho Cuba”. 

Lo que está clarísimo es que la cuestión de Cuba se convirtió en una “piedra en el zapato” tanto para la OEA como para el gobierno estadounidense. En el caso de la primera, el Secretario General, José Miguel Insulza, llamó ayer a no temer la discusión pero advirtió que cualquier decisión debería ser por consenso porque una votación conllevaría la división de la comunidad hemisférica. La expectativa que había antes de la asamblea con respecto al gobierno Obama era si se iba a dejar “meter un gol” de los extremistas, pero, por las declaraciones categóricas de la señora Clinton, después de participar en la agitada sesión de ayer y de emprender su retorno a Washington, dejando su representación a cargo de subalternos de la Secretaría de Estado, todo indica que su posición de condicionar el retorno de Cuba se mantiene inalterable. “No hay consenso”, dijo a los periodistas. “Estados Unidos aguarda el día en que una Cuba democrática se reintegre al sistema interamericano... Hasta entonces, buscaremos nuevas vías para tratar con Cuba en beneficio del pueblo de las dos naciones y del hemisferio. Continuaremos abogando por un gobierno democrático en Cuba, a través de las Cumbres de las Américas. Y el pueblo de este hemisferio busca que la OEA haga lo mismo”. 

Se supo que durante las jornadas previas a la Asamblea se había llegado a un principio de acuerdo entre al menos 28 países, incluidos EEUU y Colombia, para revocar la resolución, sin que sus efectos fueran automáticos, es decir, que el retorno de Cuba a la institución se daría sólo si el gobierno de La Habana cumple con los estándares de derechos humanos y democracia representativa que impulsa la OEA. Posición que nos parece absolutamente razonable y que ha sido la que ha defendido EEUU desde los tiempos del presidente Bush y no creemos que Obama – por más conciliador que quiera mostrarse – vaya a modificar un política del Estado norteamericano que, por lo demás, ha sido acorde con los principios consagrados en la Carta Democrática de la OEA. 

Jorge Castañeda, ex secretario de Relaciones Exteriores de México y profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York, explica que aunque Cuba lo quisiera – y ha dicho en todos los tonos que no quiere regresar a ese “club de colonias” del imperialismo – en este momento no sería posible un retorno al seno de la organización, a no ser que se cambien substancialmente ciertos instrumentos suscritos por los países miembros desde 1962. El experto se refiere, particularmente, al llamado Pacto de San José, o Convención Americana de Derechos Humanos, aprobado en 1968 y ratificado por la mayoría de las naciones en los años ochenta



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