miércoles, 3 de junio de 2009

¿Cae el telón?

Por Alberto Velásquez M.

El Colombiano, Medellín

Junio 3 de 2009

Era apenas obvio que Chávez evitara confrontar sus tesis populistas con el intelectual Vargas Llosa. Escurrió el bulto. Sabe de sus limitaciones para el diálogo comparativo. Por eso se apega al monólogo. Con él desarrolla sus dogmas sin glosas, ni interferencias conceptuales.

Chávez ya no es solo el chabacano que con sus impertinencias hace sonreír a los asistentes a los foros de las naciones pedigüeñas, sino el autócrata que cada día amenaza las libertades públicas, no solo de los venezolanos sino de sus vecinos. Pasa de bufón, que alegra las masas con sus propuestas entre utópicas y demagógicas, al sicópata que aspira a perpetuarse en el poder, jugando con las cartas constitucionales como si fueran fichas de garito.

Chávez está acabando con la oposición. No confrontando ideas o mostrando que sus tesis y realizaciones de gobierno son más válidas que las alternativas que sus adversarios proponen. Cierra medios de expresión que critican su régimen. No cree en el pluralismo ni en la confrontación de ideas. Estas las asordina, cortándolas de tajo con el filo de su espada de coronel golpista.

El triunfo en el Referendo de hace cuatro meses lo ha soliviantado. Ha modelado su talante autocrático. Con la reelección indefinida prácticamente en su bolsillo, su intolerancia amenaza con eternizarse. Él va tomando las características del sicópata que ama el poder por encima de cualquier consideración democrática, de acuerdo con los comportamientos que definen a estos enfermos mentales.

Uno de los médicos siquiatras más afamados en el mundo, el argentino Hugo Marietan, define al mandatario/sicópata como un ser, "con desmedido afán de poder y de protagonismo. Funciona con códigos propios, distintos de los que maneja la sociedad y suele estar dotado para ser capitán de tormentas por su alto grado de insensibilidad y tolerancia a situaciones de extrema tensión. Al sicópata, una vez que está arriba, no lo saca nadie. Quiere estar una, dos veces, tres veces. No larga el poder y mucho menos lo delega. A su alrededor se mueven obsecuentes, gente que, bajo su efecto persuasivo, es capaz de hacer cosas que de otro modo no haría".

Más claro no canta un gallo. Esta podría ser la radiografía más precisa del mandatario venezolano. Quienes discrepan de sus pataletas, tienen que asilarse, caso de su opositor Rosales. Quien disiente, como el alcalde de Caracas, le coloca mandos superiores sin ningún escrúpulo, ni norma legal que lo aterrice. Él es la ley. Sus propias leyes están por encima aun de las que dicta su Asamblea de bolsillo. Nacionaliza empresas sin ningún control y protección constitucional. Él también encarna la Carta Fundamental. Lo aplauden los evos, los correas, los ortegas y demás validos que viven a cuentagotas de los petrodólares chavistas.

Mirando este comportamiento del autócrata venezolano, energizado por el comité de aplausos de naciones vecinas tercermundistas, sí que tiene razón el siquiatra Marietan cuando insiste en que, "el sicópata no se adapta a la tranquilidad. Necesita de la crisis. Ser reconocido como salvador. En la paz no tiene papel. No la soporta. Por eso las sociedades lideradas por políticos de estas características, viven de crisis en crisis".


Delirante del exhibicionismo verbal, Chávez no quiso confrontar a Vargas Llosa. ¿Será que comienza a sentir los síntomas del "agotamiento emocional", consecuencia de sus prolongados e histéricos monólogos mediáticos? ¿Y que de súbito, siga el exaltado mandatario, el mismo camino de la cantante Susan Boyle, quien debió ser internada en una clínica de reposo, atacada de perturbación síquica?

 

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