viernes, 12 de junio de 2009

El voto de opinión

Por Edmundo López Gómez

El Nuevo Siglo, Bogotá

Junio 12 de 2009


Cuando el ciudadano acude a las urnas por un mandato moral y político que emana de su conciencia -ya sea para elegir a los gobernantes o a miembros de las corporaciones de elección popular-, ejerce de manera responsable el derecho que se le reconoce en los regímenes de estructura democrática.

Contrario sensu, cuando el voto carece de ese elemento ético de comportamiento, los resultados electorales pueden quedar afectados de ilegitimidad irremediable.

Entre los vicios que deslegitiman a gobiernos y corporaciones públicas, el de la compraventa de votos es el peor, y, por serlo, el Estado, a través de sus órganos de prevención y represión, está obligado a garantizar que aquel que se deposite en las urnas sea un voto limpio.

El propio concepto de soberanía popular -el cual se traduce en la voluntad mayoritaria de una nación-, toma forma de caricatura si se permite que la expresión ciudadana acuda a las fuentes de la corrupción para hacerla trascender.

Los procedimientos electorales para asegurar la transparencia del voto deben ser cuidadosamente seleccionados por el legislador. En este sentido y refiriéndonos a Colombia, no creemos que las listas con voto preferente dentro de los sistemas de la circunscripción nacional y regional electorales, hayan contribuido a depurar las costumbres políticas. Lejos de ello, han servido, en cambio, para que la corrupción haya hecho metástasis en el cuerpo social.

El voto, manipulado por capitalistas metidos a la política, se ha convertido en vil mercancía. El mejor postor no es quien tenga mejores ideas sino el que cuente con más dinero en la mochila el día de las elecciones ¡Vaya desgracia!

Pienso, por ello, que el voto de opinión es el único que puede poner a salvo nuestra democracia de la corrupción electoral, si los ciudadanos de bien no se muestran indiferentes y acuden, con plena conciencia, a ejercer el derecho de elegir y derrotar el voto sucio.

Se podría llegar a un acuerdo entre todos los partidos y movimientos políticos que concurran a las próximas elecciones de corporaciones públicas para no acudir al voto preferente, dado el carácter opcional que este tiene para los partidos.

Las listas únicas, sin interferencia de los capitalistas de la política, pueden darnos un gran Congreso. De no ser así, dineros de “paracos” y “faracos” seguirán colándose por las ventanas del voto preferente y de manera especial en los espacios de la circunscripción nacional (llamada “la circunscripción perversa”) para integrar el Senado de la República.

Por otra parte, más allá de alianzas mecánicas con el fin de sumar votos, debe asegurarse la transparencia en el ejercicio del derecho de elegir y ser elegido para que las elecciones dejen de ser una vulgar subasta pública cada cuatro años.

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PD. Mientras los legisladores se sientan intimidados, no podrán ejercer sus funciones con libertad. Creo que deben asumir sus responsabilidades con dignidad, pues los ampara la inviolabilidad del voto.

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