lunes, 8 de junio de 2009

Las drogas y el mito holandés

Por Saúl Hernández Bolivar

El Mundo, Medellín

Junio 8 de 2009

Los partidarios de que las drogas sicotrópicas sean legalizadas arguyen que todos los países desarrollados avanzan en esa dirección, amparados, básicamente, en dos argumentos: el primero, que como la guerra contra las drogas fracasó se debería ensayar la estrategia de legalizarlas –lo que supuestamente daría al traste con el poder de las mafias–; y, el segundo, que el consumo de drogas es un derecho inalienable del individuo que no afecta a los demás y no puede ser coartado.

Uno de los falsos paradigmas que usan para tratar de sustentar estos sofismas es que, según ellos, Holanda tiene una positiva experiencia en materia de descriminalización de las drogas, lo cual es rotundamente falso. El periódico argentino La Nación (31-05- 2009) publicó un exhaustivo y documentado informe sobre el tema.


La verdad es que en Holanda sigue siendo delito el consumo y la tenencia de cualquier sustancia. Sólo en 81 de los 443 municipios de ese país existen los afamados ‘coffee shops’ –el primero inició en 1972–, únicos sitios habilitados para comprar y consumir marihuana y hachís, con un límite de cinco gramos diarios. Con esa política han pretendido alejar al consumidor de las drogas ‘duras’ (cocaína, heroína, éxtasis, LSD…) y apartarlo también del contacto con narcotraficantes.


Y, por ende, esa creencia generalizada de que en Holanda se puede consumir cualquier cosa en cualquier parte, es un mito. La tenencia de marihuana por fuera de los ‘coffee shops’ (entre 5 y 30 gramos), se castiga con un mes de arresto y una multa superior a 3.000 euros. Si se trata de menos de 5 gramos (dosis personal), se omite cualquier proceso penal pero la sustancia se confisca. El tráfico de marihuana se considera igual que el delito de contrabando, y tiene un máximo de 4 años de prisión. En cuanto a la cocaína, la tenencia de dosis personal se castiga con penas hasta de cuatro años de prisión, y el tráfico tiene una pena máxima de 12 años. Sobra decir que allá las leyes se cumplen, no son letra muerta.


Adicionalmente, las autoridades de ese país mantienen campañas de información y prevención contra las sustancias adictivas. No es cierto tampoco que se trate de un fenómeno socialmente aceptado. En 2005, tan sólo el 3,3% de la población de entre 15 y 64 años, consumía habitualmente marihuana; el 0,3% cocaína; y el 0,4% éxtasis. Índices bajos si se considera el poder adquisitivo de la población.


Sin embargo, todo indica que en Holanda no están muy conformes y piensan elevar los controles. De una parte, ya no están tan seguros de que las drogas blandas no sean adictivas ni sean la puerta de entrada al consumo de drogas duras. De otra, no están a gusto con el turismo internacional de consumidores de drogas. Por eso pretenden poner en marcha un sistema en el que quien desee consumir drogas (marihuana o hachís) tendrá que inscribirse en un establecimiento debidamente autorizado, quedando registrado en una base de datos en línea nacional, y sólo le permitirán comprar tres gramos por día.


Eso significa que Holanda, a pesar del mito, va en camino de seguir los pasos de Suecia, que después de años de liberalidad decidió penalizar, en 1988, la tenencia y el consumo de toda clase de estupefacientes, convirtiéndose, gracias a los excelentes resultados, en modelo de control de las drogas. En 2006, sólo el 2,2% de la población de entre 15 y 64 años, consumía marihuana habitualmente, frente a países como Italia y España, donde los consumidores de esa sustancia superaban el 11% en el mismo período. O frente a Portugal, país que despenalizó las drogas en 2001 y que ahora es considerado, por lo menos, como un caso digno de estudio. Según el Instituto Cato (Revista Time, 26-04-2009), el porcentaje de consumidores de marihuana bajó de 14% antes de la despenalización a 10% hoy.


Los portugueses ofrecen tratamientos de rehabilitación a los adictos, asegurando que es más costoso mantener a un preso que a un paciente en terapia. Es lo mismo que propone el gobierno colombiano, donde es permitida la dosis personal de cualquier sustancia y hay más tolerancia que en cualquier lugar del mundo pero donde el problema se agrava cada día más –en Portugal por lo menos le decomisan las sustancias al adicto–. Por eso no se entiende el porqué de tanta oposición a esta iniciativa entre la clase política y analistas. ¿A quién quieren favorecer?

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