viernes, 12 de junio de 2009

Socialismo feudal

Por Trino Márquez

Webarticulista.net, Caracas

Junio 11 de 2009

Durante la entrega de viviendas, por cierto muy precarias, en el Desarrollo Urbanístico Socialista Ciudad Caribea (¡como les gustan los nombre pomposos!), el teniente coronel señaló que esas casas no son una “mercancía”, tal cual ocurre con todos los productos capitalistas. Por lo tanto, “no son para venderlas”, sino para el uso “de usted y de sus descendientes, ¡sus hijos!, ¡sus hijas!”. La misma idea la ha repetido varias veces.

De un solo plumazo el comandante se despachó el artículo 115 de la Constitución, que dice de forma clara e inteligible: “Se garantiza el derecho de propiedad. Toda persona tiene el derecho al uso, goce, disfrute y disposición de sus bienes (…)”. Ya sabemos qué significa la sociedad socialista, la ciudad socialista y la comuna socialista. Resulta que son espacios territoriales donde no existe la propiedad privada de la vivienda, principal bien de las familias, especialmente de las de menores ingresos. Allí sólo se permite su uso, goce y disfrute, parciales. Se acabó con la disposición.

Los principales instrumentos jurídicos con los que el régimen pretende darle un toque de legalidad a los atropellos contra la propiedad privada son, entre otros: la Ley de Propiedad Social, retenida momentáneamente en la Asamblea Nacional, la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario y la Reforma de la Ley Especial para la Regularización Integral y Ordenamiento de la Tenencia de la Tierra de los Asentamientos Urbanos. A través de estos dispositivos Chávez busca elaborar la legislación socialista. Así reproducirá en Venezuela lo que Fidel Castro hizo en Cuba hace 50 años. Después no quiere que se diga que el socialismo del siglo XXI es una versión bastarda y anacrónica del mismo socialismo que se implantó, primero en la URSS y, luego, se extendió a Europa Oriental, China y Cuba.

La desaparición de la propiedad privada en los asentamientos campesinos y en los urbanos, nos regresa de golpe y porrazo a los inicios de la era feudal, por allá por el siglo XIII, cuando los campesinos no eran propietarios de la tierra, sino sólo tenían su posesión. Propiedad y posesión eran conceptos completamente separados. La tierra pertenecía al señor feudal. El labriego estaba atado de por vida a su amo. El labrador no podía grabar, ni enajenar la tierra que cultivaba. No disfrutaba de la posibilidad de trasladarse de un lugar a otro, ni siquiera de un feudo a otro, sin el consentimiento y aprobación del amo al que pertenecía.

El surgimiento de la burguesía y la expansión y consolidación del capitalismo, permitieron fracturar esas relaciones de propiedad y producción, poderosos obstáculos que impedían la modernización del campo y el aumento de la producción y la productividad. Marx, tan admirado y tan desconocido por Hugo Chávez y su combo, examinó ese proceso de disolución de las relaciones feudales en un texto clásico, Las formaciones económica precapitalistas, uno de los borradores que precedieron a su obra cumbre, El Capital. La burguesía, con muchísima resistencia por parte de la aristocracia feudal, logró que en el campo surgiera una nueva clase social, la de los empresarios y campesinos dueños de la tierra, que introdujeron la tecnología y modificaron de forma radical y definitiva el perfil de las relaciones de producción y de propiedad.

La disolución del feudalismo permitió la emergencia del proletariado, por un lado, y de los capitalistas, por el otro. Aparecieron ciudadanos que podían desplazarse de un lugar a otro sin requerir la autorización del dueño del feudo.

Ahora, el comandante Chávez Frías intenta atar de nuevo al campesino y al habitante de las ciudades a una tierra o a una vivienda, que ya no pertenecen a un señor feudal, pero sí a alguien que cumple las mismas funciones que aquel. El nuevo señor es el Gobierno o, más exactamente, Hugo Chávez. Al igual que antes, el inquilino de las casas y apartamentos no podrá grabar, ni enajenar. No podrá tener la disposición plena de esos activos. Tendrá que estar sometido al arbitrio del nuevo amo.

Esta visión primitiva y cargada de ignorancia acerca de la propiedad inmobiliaria, desconoce la importancia que han tenido los bienes inmuebles en la movilidad vertical de los grupos humanos y en la superación de la pobreza. La casa, el apartamento o la parcela de terreno, sirven en muchas ocasiones como el punto de apoyo, fulcro, para que individuos o familias mejoren su situación económica y social. Una pequeña vivienda generalmente se convierte en el bien que actúa como palanca para escalar posiciones más altas. Puede servir de aval para obtener un crédito con el fin de mejorar la residencia, o para montar una empresa o iniciar un negocio. La trascendencia de este bien desde una perspectiva moderna y creativa ha sido ampliamente estudiada. En América Latina, Hernando de Soto en El otro sendero y en El misterio del capital, da abundantes informaciones acerca del significado de la propiedad privada inmobiliaria para impulsar la potencialidad creadora y la capacidad emprendedora de los pobres.

El socialismo del siglo XXI en realidad es feudalismo del siglo XIII. Lo único que nos falta es que un día de estos el caudillo reclame entre sus fueros el derecho de pernada. Por el camino que vamos, pronto veremos a algunos de sus obsecuentes ministros o diputados planteando en la Asamblea Nacional la conveniencia de ese privilegio. Que se preparen quienes los pobres que están recibiendo las “casas socialistas”.

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