Editorial
El Espectador, Bogotá
Junio 11 de 2009
Esta semana tuvo lugar en Cartagena
El desarrollo del microcrédito ha tenido dos etapas. En la primera, su expansión estuvo liderada por organizaciones sin ánimo de lucro, no reguladas, que buscaban en esencia un objetivo social. Estas organizaciones les permitieron a muchas familias pobres liberarse del yugo de los agiotistas que cobraban tasas de 10% mensual o de uno o dos por ciento diariamente en el peor de los casos. Estas entidades pioneras jugaron un papel fundamental: no sólo mejoraron las condiciones de vida de mucha gente; también mostraron que el microcrédito podía ser rentable, que las ganancias y el mejoramiento social pueden ir de la mano.
Esta primera etapa, la etapa romántica del microcrédito, le dio paso a una segunda marcada por la llegada del sector financiero formal. Recientemente los bancos han venido expandiendo sus actividades hacia las áreas del microcrédito y de las microfinanzas en general. Algunos han hecho alianzas estratégicas con las organizaciones no gubernamentales que abrieron el camino. Otros han creado nuevas unidades de negocios especializadas en microcrédito. La alianza entre Luis Carlos Sarmiento y Muhammad Yunus, protocolizada en Cartagena esta semana, muestra que el sector financiero colombiano está dispuesto a meterse de lleno en el microcrédito. Hace un tiempo, éste era percibido como una actividad de beneficencia. Hoy,
Algunos comentaristas han visto con prevención la llegada del sector financiero al microcrédito. Muchos de ellos suponen la existencia de una contradicción insalvable entre el lucro y el desarrollo social. Pero la llegada del sector financiero es una buena noticia. Contribuye a la expansión del microcrédito y garantiza la sostenibilidad de los logros recientes. El mercado no siempre riñe con los objetivos sociales. En las telecomunicaciones, por ejemplo, la expansión de la cobertura ha traído consigo efectos sociales muy positivos.
Es importante, finalmente, no sobreestimar el impacto del microcrédito. Los estudios internacionales muestran que éste mejora en muchos casos el bienestar de los beneficiarios. Pero que en muy pocas ocasiones garantiza la superación definitiva de la pobreza. Tampoco sustituye la política social.
Simplemente la complementa. El crecimiento del microcrédito es una buena noticia. El interés de los bancos debe celebrarse con entusiasmo. Pero, para volver con las palabras de Yunus, estamos lejos todavía de reducir la pobreza a una pieza de museo.
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