Editorial
Vanguardia Liberal, Bucaramanga
Junio 11 de 2009
Sin embargo, la semana pasada y por enésima vez, la organización guerrillera dejó ver sus entrañas y la manera como verdaderamente piensa y actúa, que vale la pena recordarlo, es muy diferente a lo que dice y pregona. Como se diría coloquialmente, Alfonso Cano y sus filas pelaron el cobre.
Y pelaron el cobre, con su intento de secuestro de los concejales y el Alcalde de la población de Garzón, Huila, operación que dejó cuatro muertos y al presidente de la corporación en poder de esa guerrilla.
Por esa razón, la pregunta que inmediatamente le surge a la opinión pública, refrendada en este siglo XXI luego del fracaso de la zona de despeje en El Caguán es ¿en esas circunstancias, quién le puede creer a las Farc?
Es que con su maniobra en Garzón, esa guerrilla no solo se contradijo abiertamente, sino que liquidó cualquier acercamiento que se pudiera haber considerado con la sociedad colombiana. De hecho, la mentira es de tal magnitud que le cerraron las puertas incluso a los candidatos presidenciales cuya propuesta girara en torno a oír los planteamientos de la subversión.
Pero el tema no termina ahí. El secuestro del concejal debe servir también para encender las alarmas de las autoridades en todo el país.
Y sí, es cierto que esa guerrilla comenzó a utilizar una táctica de diseminación en la cual es difícil encontrar a más de tres de sus militantes juntos, lo cual hace más complicado plantear un combate. Sin embargo, también es necesario considerar la posibilidad de que luego de los éxitos obtenidos en los últimos años, las autoridades puedan haber entrado en un marasmo o sentimiento de victoria del cual fácilmente se podría aprovechar el enemigo.
En fin, los sucesos de Garzón deben servir para analizar todos los ángulos, pero sobre todo el político y el militar, para no repetir una historia que ya se había vivido en
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